Se va el caimán, se va el caimán... se va por la barranquilla... Así se suele cantar en las fiestas, después de bailar la conga todos juntos en fila india. Más o menos lo mismo que ha ocurrido en la política nacional: que después de aclamar a Bermejo en plan "torero", le han convertido en res "brava" y le han dejado para el descabello.
Ciertamente, debemos felicitarnos porque ese individuo haya dejado la cartera de Justicia. En un país normal ya no hubieran nombrado a un tipo como él, que se definió como "rojo" sin encomendarse a nadie, ni siquiera a ZP. Untipo que, en los dos años que ha estado en el cargo, no sólo no ha arreglado nada, sino que ha empeorado las cosas e incluso ha conseguido que todos los sectores jurídicos se hayan unido contra él.
Un tipo que, además, no ha sido nada discreto. Allí por donde ha ido no ha hecho otra cosa que crear follón... y cada vez que ha abierto la boca, no ha sido sino para crear más problemas de los que había. En eso sí que se puede decir que ha sido "rojo" o, si se quiere y para no ofender, "de izquierdas". Que no ha sido nada discreto, además, en lo concerniente al uso privado de dinero público.
Sólo hay que lamentar una cosa: que lo que le ha tenido que dar la puntilla no ha sido la suprema incompetencia que ha demostrado en su gestión, sino una película de hace 30 años, que reproduce con fidelidad asombrosa el comportamiento del továrishch politkom (creíamos que lo de arreglar asuntos oficiales en cacerías era cosa del franquismo; ya se ve que no). Con el agravante de que dicho comportamiento le puede suponer a sus acompañantes una posible acusación de prevaricación, cuando menos para el juez Garzón (caso de que éste no se inhiba), recusado por el PP por su evidentísima parcialidad y animosidad contra dicha formación política.
Esto no es más que otra confirmación del argumento de la visibilidad, que denunciaba Jeff Jacoby en su artículo Glamour rojo, traducido en este blog. Sólo cuando este tipo ha metido la pata de tal modo que no había por dónde defenderlo y de tal modo que hasta el más tonto se ha dado cuenta de que Bermejo había metido la pata hasta la ingle, ZP le ha dado la patada. Si Bermejo no se hubiese ido de cacería con quien se fue, todavía estaría de ministro. Tampoco es asunto menor el hecho de que cazara sin permiso; pues se supone que el Ministro de Justicia ha de dar ejemplo y respetar la Constitución, las leyes y el ordenamiento jurídico. Pero ni eso: se ha pasado el ordenamiento jurídico por el arco de triunfo.
Por tanto, nos felicitamos de la marcha de ese freak político y que lo cambien. Y bueno, ¿a quien nos ponen? Pues el sustituto es un galego das Rías Altas. Lo que viene a significar, s.e.u.o., que será un Ministro infinitamente más discreto, que las matará callando, que no dará muchas ruedas de prensa y que los periodistas acudan a una de ellas habrán de ser expertos en hermenéutica para saber qué carallo ha dicho: ya se sabe que los gallegos non se sabe si suben ou si baixan e si veñen ou si van. Con una excepción, tal vez: la de Pepiño, al que se ve venir de lejos...
Sólo es conocido un detalle: que sugirió o permitió el mantenimiento de la palabra "nación" durante la negociación del Estatut catalán de 2006. No me augura nada bueno, pero vamos a concederle los 100 días de cortesía (con la crisis deberían ser menos, porque todo encoge, claro; pero estamos generosos), a ver por dónde respira.
Un último detalle. La crisis de "ansiedad" de Garzón del viernes... ¿no sería porque, a pesar de sus denodados esfuerzos, de su acendrada fidelidad al PZ(OE), de los servicios prestados (a veces rozando la ilegalidad)... ZP no le ha nombrado ministro de Justicia y se ha llevado un disgusto mayúsculo? Vamos, que ni con el frasquito de sales que le daba su santísima se ha podido recuperar...
En este país de pandereta todo es posible.
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