Todavía no sé si debo alegrarme de no ser mexicano de pleno derecho o no. Claro que ser español todavía cuenta en el mundo, a pesar de que ZP y sus conmilitones, amigotes, racaneros y demás gente de buen rollito se van cargando España al paso alegre de la paz (en otros artículos de nuestro blog hemos hablado de lo extrañamente fascista que resulta ZP según se le mira de través).
Pero bueno, a lo que voy. Decíamos en el artículo anterior que se iba a inaugurar una etapa bien mexicana en el blog y así lo vamos a hacer. Retomando el tema del orgullo patrio, enlazo con el título. Como no entiendo mucho de la política mexicana, aparte de los consabidos tópicos, tengo que fiarme de mis sentidos y de lo que veo y oigo. Y lo primero que veo son los carteles de la ciudad de Morelia, estado de Michoacán. En la mayoría de ellos los candidatos salen retratados con una sonrisa de anuncio. No tanto los candidatos federales, puesto que parecen más discretos y muestran apenas una media sonrisa (el único que sonríe un poco más amplio es Roberto Fu-Manchú Madrazo, aunque uno no sabe si es que sonríe o es que en realidad aprieta los dientes).
Volviendo a los que sí sonríen, alguna vez he oído por la radio un anuncio electoral de algún candidato local de Morelia y al fundir la foto con la voz resulta chocante, pero en vez de decir lo que dice, uno parece oírle decir algo así como: «Hola, soy Fulano de Tal y Tal, y justo antes de sacarme la foto me hicieron el arreglo dental». Eso sí, junto con la fraseología propia del caso sobre el amor a la tierra que lo vio a uno nacer, la supuesta futura accesibilidad del candidato ante las demandas de los paisanos y el cumplimiento estricto del programa electoral, que (ya es cosa sabida), suele ser un conglomerado gaseoso de promesas que el candidato no siente deseos de cumplir una vez logrado el objetivo de su campaña: el escaño.
Sinceramente, yo les pediría a los candidatos de las próximas generales que no enseñaran tanto los dientes. Diríase que por el tamaño de la dentadura se pueden medir las ganas que tienen de hincarle el diente al maltratado erario público mexicano. Parece precisamente que antes de salir en la foto sufrieron una especie de puesta a punto: blancos, relucientes, marfileños y listos para echarle una mordidita al bolsillo del sufrido contribuyente, del mexicano corriente (los ricos ya tienen su dinero a buen recaudo en Nassau, Bahamas, Suiza, Montecarlo, Liechtenstein, etc.).
El mexicano corriente, ese gran olvidado. Sí, ése del que prometen acordarse melosamente en campaña y se olvidan vilmente en escaño. Ése que les vota porque así le han dicho que es la democracia. El mexicano a quien amparen Diosito y la Virgen de Guadalupe si un mal día cae gravemente enfermo o se queda sin trabajo. Ése a quien los políticos mexicanos han perdido el respeto atiborrándole de fútbol, telenovelas, programas del corazón e infocomerciales para que no piense ni tenga memoria. Ése mexicano que tiene que vivir adaptándose al hecho de que la corrupción es algo normal porque hasta la judicatura está alcanzada y asume que lo que no se consigue a derechas se puede conseguir a tuertas y que engrasando un poco la máquina administrativa o judicial no hay favor que se resista.
Así que, señores políticos, repito mi petición: la próxima vez no enseñen los dientes. Y ya que sabemos que nos van a robar de todos modos, les pedimos un tiempo para poner a buen recaudo nuestro dinero, como hacen los ricos, aunque nosotros tengamos que hacerlo en el colchón, la baldosa o el calcetín de lana de la abuela. Dennos un respiro, por favor. Y muchas gracias por robar un poco menos que los anteriores.
Pero bueno, a lo que voy. Decíamos en el artículo anterior que se iba a inaugurar una etapa bien mexicana en el blog y así lo vamos a hacer. Retomando el tema del orgullo patrio, enlazo con el título. Como no entiendo mucho de la política mexicana, aparte de los consabidos tópicos, tengo que fiarme de mis sentidos y de lo que veo y oigo. Y lo primero que veo son los carteles de la ciudad de Morelia, estado de Michoacán. En la mayoría de ellos los candidatos salen retratados con una sonrisa de anuncio. No tanto los candidatos federales, puesto que parecen más discretos y muestran apenas una media sonrisa (el único que sonríe un poco más amplio es Roberto Fu-Manchú Madrazo, aunque uno no sabe si es que sonríe o es que en realidad aprieta los dientes).
Volviendo a los que sí sonríen, alguna vez he oído por la radio un anuncio electoral de algún candidato local de Morelia y al fundir la foto con la voz resulta chocante, pero en vez de decir lo que dice, uno parece oírle decir algo así como: «Hola, soy Fulano de Tal y Tal, y justo antes de sacarme la foto me hicieron el arreglo dental». Eso sí, junto con la fraseología propia del caso sobre el amor a la tierra que lo vio a uno nacer, la supuesta futura accesibilidad del candidato ante las demandas de los paisanos y el cumplimiento estricto del programa electoral, que (ya es cosa sabida), suele ser un conglomerado gaseoso de promesas que el candidato no siente deseos de cumplir una vez logrado el objetivo de su campaña: el escaño.
Sinceramente, yo les pediría a los candidatos de las próximas generales que no enseñaran tanto los dientes. Diríase que por el tamaño de la dentadura se pueden medir las ganas que tienen de hincarle el diente al maltratado erario público mexicano. Parece precisamente que antes de salir en la foto sufrieron una especie de puesta a punto: blancos, relucientes, marfileños y listos para echarle una mordidita al bolsillo del sufrido contribuyente, del mexicano corriente (los ricos ya tienen su dinero a buen recaudo en Nassau, Bahamas, Suiza, Montecarlo, Liechtenstein, etc.).
El mexicano corriente, ese gran olvidado. Sí, ése del que prometen acordarse melosamente en campaña y se olvidan vilmente en escaño. Ése que les vota porque así le han dicho que es la democracia. El mexicano a quien amparen Diosito y la Virgen de Guadalupe si un mal día cae gravemente enfermo o se queda sin trabajo. Ése a quien los políticos mexicanos han perdido el respeto atiborrándole de fútbol, telenovelas, programas del corazón e infocomerciales para que no piense ni tenga memoria. Ése mexicano que tiene que vivir adaptándose al hecho de que la corrupción es algo normal porque hasta la judicatura está alcanzada y asume que lo que no se consigue a derechas se puede conseguir a tuertas y que engrasando un poco la máquina administrativa o judicial no hay favor que se resista.
Así que, señores políticos, repito mi petición: la próxima vez no enseñen los dientes. Y ya que sabemos que nos van a robar de todos modos, les pedimos un tiempo para poner a buen recaudo nuestro dinero, como hacen los ricos, aunque nosotros tengamos que hacerlo en el colchón, la baldosa o el calcetín de lana de la abuela. Dennos un respiro, por favor. Y muchas gracias por robar un poco menos que los anteriores.
A mí me parece mucho más evidente el fascismo de José María Aznar, aunque igualmente creo que es exagerado hablar de fascismo tanto de ZP como de Aznar. Si comparamos España, en el mandato de ambos presidentes, creo que hay países más fascistas en el mundo. Veamos Latinoamérica con Chávez, Morales y Castro (fascismo populista), más grave en países pobres, y ni hablar de Oriente Medio o África. Puede que no te guste ZP y tendrás tus razones, puede que no me guste Aznar con mis razones, pero me parece exagerado decir que son fascistas, afortunadamente en España se ha consolidado la democracia y debemos aceptar a los gobernantes que votó la mayoría del pueblo, aunque no seamos de su partido. Un cordial saludo, tienes un buen blog bastante interesante.
ResponderEliminarSerá por eso que el dentisca al que voy es mexicano y por más que le ofrezco unas cañas a cambio de que no use la taladradora me sonrie y dice "despues nos tomamos unas en el de abajo" claro a lo que yo le respondo "pues en ese caso pagas tu jodio" y me enseña esa dentadura.
ResponderEliminarPor aqui pase..y te dejomi saludos, no comentaré, prefiero esta vez leer y aprender un poco mas.
ResponderEliminarUn beso..
Pia