Ya he especificado muchas veces que al ser español no tengo mucha idea de lo que se cuece en la política española, aunque ésta conserve algunos rasgos comunes con aquélla (entre otros, el divorcio entre la clase política y el pueblo llano). No obstante ello, me atreveré a terciar en la cuestión política que en estos días se debate en toda la República: ¿QUIÉN ES EL GANADOR?
Por lo poco que yo entiendo, aquí no hay una distinción tan clara entre «izquierdas» y «derechas» como en España. Es verdad, como hemos denunciado en este blog alguna vez, que el PSOE hace mucho que ha dejado de ser de izquierdas. Que a estas alturas es un partido socialdemócrata, sí, pero de derechas (ni socialista, ni mucho menos obrero). Y, al menos en España, soy capaz de situarme y decidir que si bien Aznar y sus aspavientos no me acaban de convencer, menos me gustan ZP y sus «niños bien» disfrazados de izquierdistas de chaqueta de pana (que además y con el objetivo de mantenerse en la poltrona, pactan con terroristas y otros que «no quieren saber nada de España», pero que le exigen que siga pagando sus aventuras independentistas).
Pero bueno, volviendo al tema que tratamos en este chorro, el caso es que aquí la cosa está que arde. De los tres partidos que aspiraban a la presidencia de la República, uno ha sido literalmente borrado del mapa, que bien podría decirse “menudo madrazo le han dado al PRI”. Quedando la contienda polarizada entre dos partidos, el grito unánime del los panistas y simpatizantes de Felipe Calderón y su partido es: ¡QUE VIENE AMLO! Y eso ya ha tenido consecuencias: el peso se ha apreciado frente al dólar y, según parece, el dinero está haciendo las maletas hacia destinos más «tranquilos».
No deja de recordarme la situación española 1982-83, cuando al ganar el PSOE sus primeros comicios, muchos millonarios empezaron a mandar frenéticamente dinero a Suiza y a otros paraísos fiscales. Incluso se dio el caso de que la policía desarticuló una cierta «red de evasión de capitales», en la que se vio implicado hasta todo un jurista de reconocido prestigio en el campo administrativo. No obstante, el PSOE no tardó mucho tiempo en convencer y en ser convencido de que no tenía que haber peligro para los grandes capitales. Y así fue como la Banca obtuvo los mayores beneficios de su historia hasta ese momento, gobernando un partido supuestamente de izquierdas.
En cuanto a lo que los candidatos traen en su pasivo, veamos despacio. Sobre Felipe Calderón pesa mucho el escándalo del FOBAPROA, del que al parecer jamás dio explicación razonable y eludió otras preguntas «comprometidas» sobre su relación con el matrimonio Fox. Sobre López Obrador, de momento, no hay más que el ruido mediático que el PAN ha generado a su alrededor con el objeto de desacreditarlo; y a pesar de eso, la acusación más grave que pueden formular contra él es la de «populismo». Tratan obviamente de acercarlo a personajes como el «bolivariano» (léase «iluminado») Hugo Chávez y alinearlo así con Fidel Castro, usando el argumentario tradicional de la extrema derecha que identifica «izquierda» con «desorden».
Por eso mantengo una cierta desconfianza hacia AMLO, a pesar de que buena parte de la intelectualidad bebe los vientos por él. Que una cosa es lo que se dice y promete en campaña, al calor del aplauso y el ánimo de los militantes y otra muy diferente lo que se hace una vez se toman las riendas del poder. Si se confirma el triunfo de AMLO, éste deberá ir con sumo cuidado porque lo que haga en estos seis años, bueno o malo, se lo van a recordar siempre. Habrá que esperar los cien días de rigor para comprobar a quién se debe López Obrador.
Por lo poco que yo entiendo, aquí no hay una distinción tan clara entre «izquierdas» y «derechas» como en España. Es verdad, como hemos denunciado en este blog alguna vez, que el PSOE hace mucho que ha dejado de ser de izquierdas. Que a estas alturas es un partido socialdemócrata, sí, pero de derechas (ni socialista, ni mucho menos obrero). Y, al menos en España, soy capaz de situarme y decidir que si bien Aznar y sus aspavientos no me acaban de convencer, menos me gustan ZP y sus «niños bien» disfrazados de izquierdistas de chaqueta de pana (que además y con el objetivo de mantenerse en la poltrona, pactan con terroristas y otros que «no quieren saber nada de España», pero que le exigen que siga pagando sus aventuras independentistas).
Pero bueno, volviendo al tema que tratamos en este chorro, el caso es que aquí la cosa está que arde. De los tres partidos que aspiraban a la presidencia de la República, uno ha sido literalmente borrado del mapa, que bien podría decirse “menudo madrazo le han dado al PRI”. Quedando la contienda polarizada entre dos partidos, el grito unánime del los panistas y simpatizantes de Felipe Calderón y su partido es: ¡QUE VIENE AMLO! Y eso ya ha tenido consecuencias: el peso se ha apreciado frente al dólar y, según parece, el dinero está haciendo las maletas hacia destinos más «tranquilos».
No deja de recordarme la situación española 1982-83, cuando al ganar el PSOE sus primeros comicios, muchos millonarios empezaron a mandar frenéticamente dinero a Suiza y a otros paraísos fiscales. Incluso se dio el caso de que la policía desarticuló una cierta «red de evasión de capitales», en la que se vio implicado hasta todo un jurista de reconocido prestigio en el campo administrativo. No obstante, el PSOE no tardó mucho tiempo en convencer y en ser convencido de que no tenía que haber peligro para los grandes capitales. Y así fue como la Banca obtuvo los mayores beneficios de su historia hasta ese momento, gobernando un partido supuestamente de izquierdas.
En cuanto a lo que los candidatos traen en su pasivo, veamos despacio. Sobre Felipe Calderón pesa mucho el escándalo del FOBAPROA, del que al parecer jamás dio explicación razonable y eludió otras preguntas «comprometidas» sobre su relación con el matrimonio Fox. Sobre López Obrador, de momento, no hay más que el ruido mediático que el PAN ha generado a su alrededor con el objeto de desacreditarlo; y a pesar de eso, la acusación más grave que pueden formular contra él es la de «populismo». Tratan obviamente de acercarlo a personajes como el «bolivariano» (léase «iluminado») Hugo Chávez y alinearlo así con Fidel Castro, usando el argumentario tradicional de la extrema derecha que identifica «izquierda» con «desorden».
Por eso mantengo una cierta desconfianza hacia AMLO, a pesar de que buena parte de la intelectualidad bebe los vientos por él. Que una cosa es lo que se dice y promete en campaña, al calor del aplauso y el ánimo de los militantes y otra muy diferente lo que se hace una vez se toman las riendas del poder. Si se confirma el triunfo de AMLO, éste deberá ir con sumo cuidado porque lo que haga en estos seis años, bueno o malo, se lo van a recordar siempre. Habrá que esperar los cien días de rigor para comprobar a quién se debe López Obrador.
Querida Lena...no sé qué sucederá al final, cuando se tome una decisión pero AMLO para mi, o la forma , como lo presentan es otro iluminado más, aquí tenemos una experiencia con el que nombras muy mala, de como un dictador llegó al poder a través del voto popular y hemos vivido , incluso en carne propia , el despojo de nuestros bienes de una manera cruel, con resentimiento y alevosía, espero qué gane el que respete la democracia y respete la propiedad privada y sobre todo respete el vivir en libertad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.