Parece el título de una película de terror, ¿verdad? Al oír o leer ese título, uno se imaginaría una fiera corrupia, babeante y deseosa de sangre. Uno se imagina a la aterrorizada población tratando de ponerse fuera del alcance de sus grandes fauces. El predador domina a sus víctimas por el miedo, qué duda cabe. Así nos lo han pintado en el cine: el último fue Steven Spielberg, con resultados nefastos para los tiburones de verdad, por cierto.
La «depredación» de la que hoy me apetece hablar es de otro tipo. Su víctima es la población, desde luego, aunque no directamente. La víctima directa es el erario público. De otros Estados no puedo hablar; pero hace un tiempo La Voz de Michoacán, que es el diario que leo habitualmente en Morelia, saltaba con la noticia: el conjunto de los cargos públicos del Estado se lleva el 65% del presupuesto, mientras que para obras públicas y demás menesteres del Estado del Bienestar queda apenas un 35%. Ahí está el presidente municipal de Pátzcuaro, con sus 90,000 pesos mensuales.
Pero como dice el poeta, no termina ahí la cabronada: no sólo se llevan ese 65% del presupuesto estatal. Además, los ciudadanos tenemos que enterarnos del dato por la investigación de un diario, que naturalmente tiene «sus fuentes cualificadas» y puede acceder con mayor facilidad a esa información. Claro que esto no sería así si las autoridades cumpliesen la Ley. Una ley que obliga a todos los organismos públicos a publicar (valga la redundancia) los sueldos de los señorías que ocupan cargos públicos. Claro está que no lo hacen. No hemos avanzado mucho desde la conquista: todo eso suena mucho al se acata, pero no se cumple.
Y aún hay más: nosotros, ciudadanos, no tenemos acceso a esa información precisamente por una corruptela de la democracia. Igual que a un cristiano, en tiempos pasados se le identificaba «por ir a misa», parece que a una democracia se la identifica hoy en día «porque hay elecciones», porque los ciudadanos tenemos el derecho de ir a votar con una determinada periodicidad. Entre votación y votación, a los cargos electos se les entrega literalmente un cheque en blanco. Y ahí se acabó la «democracia».
Y así usted, ciudadano Juan Lanas, no tiene derecho a pedir cuentas de lo que se hace con ese cheque en blanco. No tiene usted derecho a pedir cuentas de lo que se hace con el dinero de usted, como usted lo haría con cualquier otro particular al cual entregara una suma de dinero. Eso es lo que se supone que debería ocurrir en una democracia bien fundamentada. Pero no sólo eso: si a usted, ciudadano Juan Lanas, se le ocurriera pedir cuentas y encontrara culpables entre sus supuestos representantes, no habría una sola autoridad judicial que respaldara su proceso ante los Tribunales.
Cada vez más, la política se va pareciendo al saqueo despiadado, ordenado y metódico de las arcas públicas. Nos representan unas personas cuyo único interés es salir de la política más ricos de lo que entraron. Y como dijo Quevedo, Príncipe de los Ingenios, «ésta es la justicia que mandan hacer». Otro día, si nos dejan, hablaremos del Gobierno.
La «depredación» de la que hoy me apetece hablar es de otro tipo. Su víctima es la población, desde luego, aunque no directamente. La víctima directa es el erario público. De otros Estados no puedo hablar; pero hace un tiempo La Voz de Michoacán, que es el diario que leo habitualmente en Morelia, saltaba con la noticia: el conjunto de los cargos públicos del Estado se lleva el 65% del presupuesto, mientras que para obras públicas y demás menesteres del Estado del Bienestar queda apenas un 35%. Ahí está el presidente municipal de Pátzcuaro, con sus 90,000 pesos mensuales.
Pero como dice el poeta, no termina ahí la cabronada: no sólo se llevan ese 65% del presupuesto estatal. Además, los ciudadanos tenemos que enterarnos del dato por la investigación de un diario, que naturalmente tiene «sus fuentes cualificadas» y puede acceder con mayor facilidad a esa información. Claro que esto no sería así si las autoridades cumpliesen la Ley. Una ley que obliga a todos los organismos públicos a publicar (valga la redundancia) los sueldos de los señorías que ocupan cargos públicos. Claro está que no lo hacen. No hemos avanzado mucho desde la conquista: todo eso suena mucho al se acata, pero no se cumple.
Y aún hay más: nosotros, ciudadanos, no tenemos acceso a esa información precisamente por una corruptela de la democracia. Igual que a un cristiano, en tiempos pasados se le identificaba «por ir a misa», parece que a una democracia se la identifica hoy en día «porque hay elecciones», porque los ciudadanos tenemos el derecho de ir a votar con una determinada periodicidad. Entre votación y votación, a los cargos electos se les entrega literalmente un cheque en blanco. Y ahí se acabó la «democracia».
Y así usted, ciudadano Juan Lanas, no tiene derecho a pedir cuentas de lo que se hace con ese cheque en blanco. No tiene usted derecho a pedir cuentas de lo que se hace con el dinero de usted, como usted lo haría con cualquier otro particular al cual entregara una suma de dinero. Eso es lo que se supone que debería ocurrir en una democracia bien fundamentada. Pero no sólo eso: si a usted, ciudadano Juan Lanas, se le ocurriera pedir cuentas y encontrara culpables entre sus supuestos representantes, no habría una sola autoridad judicial que respaldara su proceso ante los Tribunales.
Cada vez más, la política se va pareciendo al saqueo despiadado, ordenado y metódico de las arcas públicas. Nos representan unas personas cuyo único interés es salir de la política más ricos de lo que entraron. Y como dijo Quevedo, Príncipe de los Ingenios, «ésta es la justicia que mandan hacer». Otro día, si nos dejan, hablaremos del Gobierno.
La "politica" es el peor lastre que tenemos los latinoamericanos, tan ricos como paises y tan pobres en ninos con hambre, mujeres desavalidas, ancianos en la calle. Algo tiene que cambiar, otra receta debemos figurar, que no las mismas de siempre que nos tienen como siempre.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy completamente de acuerdo contigo, heriberto. Pero no sólo tiene que cambiar en Latinoamérica, sino en Europa.
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