«Una comunidad que ha sucumbido a esta grave enfermedad espiritual [el nacionalismo] tiende a resentirse por su deuda cultural con la civilización de la cual ella misma no es nada más que un fragmento, y en esta disposición moral dedicará gran parte de sus energías a crear una cultura nacional restringida, a la que se pueda proclamar libre de influencias extranjeras. En sus instituciones sociales y políticas, su cultura estética y su religión intentará recobrar la pretendida pureza de una era de independencia nacional previa a ésta en que se encuentra incorporada a la sociedad, más amplia, de una civilización supranacional».
(Arnold J. Toynbee, Estudio de la historia, donde se define el nacionalismo como «una forma arcaica de utopía»; cursiva nuestra).
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