El llamado caso Rayan ha hecho correr ríos de tinta ya. Sin perjuicio de repetir otras ideas, vaya en primer lugar mi condolencia al padre que en poco menos de dos semanas ha perdido a una esposa y a un hijo recién nacido.
Parece todo una especie de comedia de los errores. Errores pequeños, "sin importancia", que juntados, han compuesto un error de tamaño maxi. Me quedo con la pregunta de Antonio Casado en periodistadigital: hay que determinar si la muerte es causa de una negligencia profesional de una joven enfermera o la consecuencia lógica de un funcionamiento deficiente. Y a mayor abundamiento, adjunto el comentario de una usuaria en ese mismo digital:
«Politizar la Gestión de la Sanidad Pública fue un error que conocemos todos los profesionales de la Sanidad. Si hemos llegado a alcanzar un nivel bueno a nivel mundial, se debe a la formación y el tesón de los profesionales -entre los que sigue habiendo un alto número vocacional-. Desgraciadamente los políticos han utilizado, como arma contra partidos rivales, la financiación a las CC.AA en materia de Sanidad. ¿Culpables? Por supuesto, el que hace la acción, el supervisor que cambia sin razón a un trabajador sin estar preparado, el gerente que prefiere hacer la vista gorda ante las deficiencias, el Consejero autonómico que no protesta ante el Ministerio, el Ministro que recibe órdenes del Presidente para bloquear aumentos de financiación y por último los medios de comunicación con la TV a la cabeza, que banalizan los actos médicos y de enfermería con el traído: "una sencilla operación de columna..." "un pobre abuelo atado a la cama...." "el corporativismo médico...."».
Quizá no podamos erradicar por completo los errores médicos. Pero en la medida en que el error es humano, suele haber algún responsable. Y a ése –o a ésos– se le debe aplicar la responsabilidad que legalmente corresponda. Y no sólo eso: hay que tomar medidas para que ese error no se vuelva a producir. No es posible que en «la sanidad más avanzada de Europa» se dieran en 2008 más de 12.000 casos de errores médicos, de los cuales 508 acabaron con resultado de muerte.
Y lo peor no es esto. Mohamed VI ha aprovechado la circunstancia para «sacar pecho» y ha enviado un avión para repatriar el cuerpecito del bebé. Así los marroquíes visualizan que su rey, pese a que todo el país es suyo y de su camarilla y que entre todos tienen agarrados al país por donde no suena, también tiene su corazoncito (¿por qué no hace lo mismo con los sin papeles marroquíes que mueren en la patera, en el intento de llegar a esa tierra prometida llamada Sbaña?). Que habrá tensiones diplomáticas entre España y Marruecos está cantado, y los queridos primos Mohamed y Juancarlitos dejarán de visitarse por algún tiempo para guardar las formas.
Y ZP toca la lira mientras España arde por los cuatro costados.
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