Hoy, Diada nacional de Catalunya, es un gran día. Permite ver con claridad quién forma parte de la tribu y quién, irremisiblemente, está fuera. Los que están dentro consideran la Diada como una especie de festa institucional, apta para pronunciamientos pomposos y coros y danzas varios. No es que el patio esté para muchas fiestas, ni mucho menos, sobre todo después de que nuestro ínclito Presidente, el bienamado, el jamás como se debe alabado ZP haya anunciado que nos va a subir aproximadamente 1.000 euros por barba los impuestos (de eso nos ocuparemos en otra entrada). Pero en Cataluña, naturalmente, somos figues d'un altre paner y lo que pase en Madrit a nosotros no nos importa demasiado (menos aún cuando eso que han dado en llamar «financiación» nos ha resultado extremadamente favorable).
Así, pues, la tribu ha disfrutado de un agradable día de celebración institucional, con sardana-aurresku incluida. Este último término tiene su explicación: hasta los que no son catalanes saben que la sardana es una danza colectiva, de forma que ha resultado sorprendente ver a Cesc Gelabert evolucionar él solito al son de una cobla en la versión catalana de «Dances With Ghosts».
¿He dicho «agradable»? Bueno, será mejor que me corrija. Ha habido una nota discordante. Y curiosamente, no se ha tratado de los komsomols de pa amb tomàquet (juventudes de ERC) lanzando monedas o cualesquiera otros objetos contundentes a los representantes del PPC en la ofrenda floral a Rafael de Casanova (el mito nacional de Catalunya). Nada de eso. Ni tampoco gritos contra la inminente sentencia del TC.
Y aquí es donde entran los que no forman parte de la tribu. Los emisarios de la realidad, en suma. Que protestan contra el Tripartito, oiga, que es de izquierdas (presuntamente). ¿Y de qué? Pues de que a pesar de que les votaran en su momento, las respectivas empresas (Nissan y Roca) les hayan botado por culpa de un ERE. ¡Si hasta han llamado «¡facha!» a Montilla! Es intolerable, naturalmente. No me cuesta nada imaginar las caras de asco de algunos y algunas de la tribu queriendo decir: «Pesta d'obrers! A què han vingut aquí?». Y lo mejor del caso es que a Carod se le ha ocurrido decir: «No hi ha dret!».
Y no, no hay derecho, señor Carod. No hay derecho a que no nos diga cuánto dinero recibe de Montilla para estar entretenido y no andar fastidiando (no se lo dice ni a los de CiU, con quienes comparte credo nacionalista, así que al resto de sufridos catalanes cabe suponer que ni agua). No hay derecho a que no sepamos en qué se gasta esa millonada (sí ha trascendido que es una pasta muy gansa, para desgracia de todos, suya y también nuestra, porque somos los paganos). Precisamente una de las bondades de la democracia es que los gobernados pueden saber sin género de dudas en qué se gastan el dinero los gobernantes (aquí entraríamos en otro debate: el de si lo que hay en Catalunya es democracia, régimen parlamentario o low-intensity democracy, si bien ése es un debate para el que no tenemos espacio aquí).
Claro que no hay derecho. No hay derecho a que usted se gaste en embajaditas y en «acción exterior de la Generalitat» (por citar algo de lo que ha trascendido) lo que está sobradamente demostrado que hace falta en el interior, precisamente para que obreros como los que hoy se han manifestado no se queden en la p… calle y con las posaderas al aire. Para que tengamos una red de trenes regionales y de cercanías como Dios manda. Para que las ciudades no se apaguen un mal día de un verano cualquiera. Para que Barcelona no se quede sin agua otro mal día de un verano cualquiera. Para que Tarragona pueda trasladar la estación del AVE a la ciudad en vez de ubicarse en un lieu dit. Para todo eso hace falta el dinero, señor Carod, y no para esas otras… cosas en que se lo gasta usted convencidísimo de que no tiene que dar cuentas a nadie.
Bien por los obreros por haber recuperado el carácter reivindicativo de la Diada. Aunque sea a contracorriente. Aunque no formen parte de la tribu. Aunque hayan estropeado la postal al establishment nacional-socialista gobernante.
12 de septiembre.- Me entero de que los obreros fueron curiosamente expulsados por los komsomols de pa amb tomàquet, llamándoles "fills de puta" e increpándoles con "treballeu, treballeu" (por lo tanto, soportando el insulto de unos descerebrados además de la injusticia de verse privados de su trabajo). ¿Razón? Los obreros restaban visibilidad a la "reivindicación política", que en la Diada es lo suyo. Así que los obreros vieron que de todos modos no cabían en la fiesta (a pesar de "ser catalanes" y formar parte del "pueblo") y se retiraron. Probablemente Montilla ya esté pensando en cómo arreglarles las cuentas por estropearle la postal...
Muy interesante tu blog te seguiré leyendo
ResponderEliminar