Por su interés –y porque coincidimos plenamente con el diagnóstico–, reproducimos aquí el siguiente artículo de Cristina Losada en Libertad Digital.
Una de las diferencias notables entre nuestros partidos de izquierdas y de derechas es que los primeros se esfuerzan por cambiar el estado de la opinión pública para alcanzar el poder, mientras que los segundos se afanan por cambiar ellos para que la opinión, trabajada por la izquierda, acepte que lleguen al Gobierno... de vez en cuando. El PP de Rajoy es el paradigma de esa actitud conformista. Su premisa resulta dolorosa. Se reconoce incapaz de alterar el curso de la corriente dominante y su dilema es adaptarse o morir. O languidecer en la oposición, que viene a ser lo mismo.
El vía crucis del PP en estos años se ha llamado "cordón sanitario". De ahí que Rajoy volviera a manifestar, al hilo de la convención barcelonesa, su júbilo por el hecho de que ya puede pactar con cualquier fuerza democrática. ¡Yupi! Y por si alguien albergara dudas sobre la causa de tan gozoso fenómeno, él mismo aclaraba cuándo y dónde se produjo el punto de inflexión: en el Congreso de Valencia. O sea, que no han cambiado los otros, sino el PP. Y es natural. Dado que considera inmutables las condiciones existentes, se ha decidido a mutar él. Todo con tal de dejar de ser un apestado para sus adversarios. También los niños rechazados por sus compañeros se avienen a someterse para evitar los insultos y la marginación. Pero los niños no hacen política. La cuestión es si el PP hace política o sólo quiere gobernar, que son cosas distintas, aunque puedan ir juntas.
De haber sido la convención citada una feria del mueble, el decálogo de don Mariano sería un catálogo de piezas para el jardín. Simples, sin pretensiones, para cualquier clima y toda estación. Pero resulta que es el compendio de los valores que, según dijo, no están sujetos ni a retoque ni a revisión. Como han calificado, irónicamente, la reunión de ideológica, debemos concluir que ahí se encuentra el núcleo duro de la ideología del PP. Una que no tiene nombre, no vaya a ser que les llamen conservadores o liberales, que es peor. Y una tan diluida que a nada compromete. Lo más concreto que anunció Rajoy en Barcelona fue un gran pacto contra la corrupción. Napoleón aconsejaba crear una comisión cuando no se quiera solucionar un problema. En España, proponen pactos de Estado. Y hablando del Estado, del Estatuto de Cataluña sólo han dicho que acatarán la sentencia que venga, cuando venga. Adaptarse o morir.
Coincido plenamente con este artículo, además esa es la forma en la que el PP ofende a sus votantes para intentar contentar a los posibles.
ResponderEliminarSaludos
Y hay algo más, amigo Julio. Cuando dice que "no le importa pactar con quien sea", lo que está diciendo es que renuncia a llevar adelante su programa y que irá incluso de la mano de quien le desprecia profundamente, aunque le necesite. Y está diciendo a los votantes que en realidad, sólo quiere una parte del pastel que ahora mismo se están repartiendo el resto de partidos catalanes. Lo cual, sin duda, hará que en las próximas autonómicas un servidor se abstenga de votar por lo ofensivo de la consecuencia.
ResponderEliminarSaludos,
Aguador