Hace 28 años que estamos en democracia. Se habla de la recuperación de las instituciones, del protagonismo (?) de la mal llamada (a mi entender) sociedad civil y llama la atención el descrédito de una institución que, dentro de unos parámetros democráticos y constitucionales, merece uno de los máximos respetos por parte de la nación. Me refiero al Ejército. Ya sé que quien me lea desde Argentina o Chile puede rechinar los dientes y es muy natural. En esos países, bajo las respectivas dictaduras militares, se cometieron verdaderas barbaridades.
Pero ciertamente no partimos de esa situación en España. Aquí, como comenzaba diciendo, estamos más o menos consolidando una democracia (con todos los defectos que pueda tener) y sin embargo, es llamativo que la institución militar sea objeto de una difusa burla, befa y mofa, que devienen en una baja consideración pública. Sólo después de 28 años de progresiva degradación de la consideración pública del Ejército se entiende un artículo como el del señor Iu Forn. Este señor se descolgó con un fruto de su resfriado ingenio en un diario que no existiría si no fuera por las subvenciones que recibe (y que por tanto pagamos todos, no sólo los lectores de ese diario).
Sin duda, el comienzo de ese declive se puede situar con la entrada, en 1983, en el Ministerio de Defensa de Narcís Serra, cuyo conocimiento de los temas militares en aquel momento se reducía probablemente al tiempo de su servicio militar (si es que lo hizo). Pero ésa es una rémora que el Ejército ha padecido desde que estamos en democracia. Todos entienden como lógico y normal que al frente del Ministerio de Agricultura haya un ingeniero agrónomo, o un médico al frente del de Sanidad o un maestro en el de Educación. ¿Y en el de Defensa? Para ser ministro de Defensa, según parece, se puede ser cualquier cosa menos militar. No es necesario entender de temas militares: basta con hinchar pecho, lanzar vivas a la Nación (los pocos que lo han hecho) y dar de vez en cuando algún puñetazo en una mesa para que los subordinados se cuadren y cierren la boca, porque el único que tiene derecho a hablar es el Ministro, faltaría más.
Aún reciente, pues, el tejerazo (sobre el que hay que decir que sólo una verdadera minoría lo apoyaba dentro del Ejército), Serra se dedicó a deconstruir el Ejército como castigo a su "veleidad antidemocrática"; y en su furor deconstructor, se llevó por delante a tirios y a troyanos. Serra consiguió que el Ejército (y particularmente la capa superior del estamento militar) obedeciese hasta sus más mínimas órdenes, empequeñeciéndose así cada vez más.
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