23 de abril de 2006

Ruido de sables (II)

Indudablemente, la etapa de Serra el Malo (1982-1991) fue la etapa de trasladar a la realidad lo que difusamente sentía el pueblo español después de tanta propaganda antimilitarista: una mezcla de desprecio, risión y conmiseración hacia todo lo militar. Así, al militar se le ha ido rebajando la edad psicológica hasta niveles pre-adolescentes e incluso infantiles:
  • El militar no tiene opinión, pues para eso la tiene el ministro. Es más: el hecho de que un militar opine, aunque sea para citar la Constitución y sin más intencionalidad que la de clarificar su postura, puede ser objeto de sanción disciplinaria.

  • El militar padece otros recortes en sus derechos constitucionales: ¡qué sería de nosotros si, por ejemplo, los militares se pudiesen asociar! De hecho, en Francia o en Alemania pueden hacerlo y no se cae el mundo por eso. Aquí, en cambio, ni siquiera los que no están en activo pueden. Pero eso no es más que la aplicación de la regla divide et impera. Es más fácil cometer una injusticia (y que ésta perdure) con los militares cuando éstos no están unidos en un solo bloque.

  • Añadamos a este hecho que el ascenso al generalato es, en última instancia, una decisión política. Ello introduce un elemento de control por parte del poder político (injerencia, en realidad) en las Fuerzas Armadas, con la consiguiente distorsión. No sería la primera vez que ese mecanismo se utiliza para asegurar la lealtad de los mandos superiores del Ejército, teniendo en cuenta que la cadena de mando es muy estricta.

Y así, podríamos contar algunas más. A todo esto, la consideración general del Ejército como "nido de fachas" y no sé cuántas maldades más no decrece y, al parecer, nadie se preocupa de eliminar ese sambenito. Mucho menos los propios militares, que en estos momentos aceptan de forma "ordenada, eficiente y militar" todo lo que les cae de arriba y lo que les viene por los lados.

Del resto de ministros, decir que la mayoría pasó sin pena ni gloria. Sus nombres han quedado únicamente para la cita y la hemeroteca, con la excepción de Gutiérrez Mellado, que fue el primero (y único) militar de la lista. Algún otro, como Suárez Pertierra, ha quedado en un honroso segundo puesto detrás de Serra el Malo en el palmarés nefasto de los militares.

A mencionar también y especialmente, Serra El Peor (Eduardo). De administrar cañones pasó a administrar cuadros (fue director del Museo del Prado), lo que abona la teoría expuesta en el post anterior: que no es necesario haber adquirido ciencia y conocimiento de lo militar para ser ministro de Defensa. Sorprende ello mucho más cuando se sabe que su carrera en el Ministerio data de los años de Alberto Oliart (1981-1982); pero es que también estuvo de secretario con Serra El Malo. Durante su mandato se suprimió el servicio militar obligatorio, con gran contento de objetores, pacifistas de vía estrecha y juventud en general.

¿Y los dos últimos? De Trillo lo mejor que puede decirse es que procedía del Cuerpo Jurídico de la Armada. Tuvo mala suerte cuando "le sobrevino" lo del Yakovlev. Ya no me queda muy claro quién fue el responsable subjetivo de ese hecho, que costó 62 víctimas; pero la impresión que tengo ahora es que no se enteró del asunto hasta que lo tuvo encima (creo que es la interpretación más benevolente) y en cualquier caso, el responsable objetivo sí fue él. A pesar de todo, los socialistas se ensañaron con él más de lo debido.

En cuanto a Bono, pues... Habiendo sido rival de ZP en el congreso del que salió candidato y manteniendo siempre una "cierta independencia" respecto de la posición oficial del partido, parece que ZP lo castigó doblemente: primero, teniéndolo cerca, como se dice que tenía Franco a la gente que no le gustaba; y segundo, aprovechando su fervor patriótico-español tan poco de moda, le obligó a bailar con la más fea. Ha sido el ministro del "Volved a casa"... pero sin deshacer las maletas, para volver a irse, esta vez a Kabul (todo un ejercicio de hipocresía por parte del PSOE).

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