15 de junio de 2007

Cómo ser español (en Cataluña) y no morir en el intento

Español y orgulloso de serlo. Y también catalán y orgulloso de serlo. Sin que ninguna de las dos facetas tenga preeminencia sobre la otra. Así es como me defino. Y apurando un poco, de derechas, ¿pasa algo? En realidad no debería pasar nada, porque estamos en un país «libre», ¿verdad? Bueno, pues sí pasa. Resulta que resido en Cataluña, donde para desgracia de sus ciudadanos gobierna un convoluto (más bien habría que decir «revoluto») izquierdista independentista que lo único que ha hecho es… nada, salvo revolver más las aguas políticas, propias y ajenas.

Al nivel en que yo puedo observar las cosas, realmente me afecta en un aspecto: la prensa. Yo compro La Razón y a veces El Mundo (después de un cierto «giro a la izquierda» para intentar arañar lectores al Pravda, diario «dependiente de Moncloa», dejé de comprarlo y sólo a veces, cuando una información específica me llama la atención, lo adquiero). El caso es que antes, según donde compraba esa prensa, me miraban de través y yo podía leer en los ojos de quien me lo vendía «eres un asqueroso fascista españolista que sólo merece que lo echen de Cataluña». Me convencí de que era mejor comprarlo allá donde atendieran extranjeros, que no sufren tanta visceralidad respecto del tema nacional.

Lo mismo se diga de entrar en el bar. Uno entra en el bar a tomarse un café o unas cervezas y, como es costumbre aquí, raramente el establecimiento tiene El Mundo o (Dios nos libre) La Razón a disposición del cliente. Más normal es encontrarse los diarios de aquí: El Periódico en edición catalana, claro, para garantizarse algún tipo de subvención o que no te visiten los maulets, o komsomoles de pa amb tomàquet; La Vanguardia, para los «indefinidos» y el diario local de turno. Y en no pocos, también el Pravda. El caso es que uno, que es cliente y recalcitrante, entra con La Razón o El Mundo (o los dos) bajo el brazo… y según dónde entra, recibe una mirada como la del quiosquero o quiosquera de turno.

Esto es así desde hace bastantes años. Miente quien diga lo contrario. Quien diga que en Cataluña esto no pasa porque «somos tolerantes» y toda la retahíla de tópicos que se han dicho siempre sobre Cataluña. Que dicho sea de paso, pertenecerán a una Cataluña soñada o deseada, pero no a una Cataluña real. La Cataluña real está inmersa, como el resto de España, en una inmensa operación de ingeniería social. Tal como decía el indecible Arzallus, se prefiere a un negro que hable catalán con exquisito acento ampurdanés que a un catalán que hable castellano, aunque sea con acento de Burgos.

Pero, a ver: ¿por qué tanto énfasis en la lengua? Simple: la lengua es hoy una manera civilizada (los más pedantes lo llamarán «signo de identidad nacional») de distinguir a los «buenos» de los «malos», como en los dos siglos anteriores lo fueron los apellidos y la raza. La prueba de ello es que tenemos un President de raíces andaluzas (ocurrió, pues, lo que profetizaba apocalípticamente Pujol en 1969: que la Gran Cataluña fuera gobernada por un «emigrante») y que no se avergüenza de ello. Conocer la lengua catalana da hoy derechos; y no conocerla priva de ellos, por más que la realidad sea tozuda y mayoritaria en castellano. Pongamos por caso las oposiciones, que es por lo que suspira media juventud española (en puridad, el 60%). Es obligado el conocimiento de la lengua catalana, acreditándolo bien con un diploma de Normalització Lingüística (más bien de «uniformització» lingüística). Que el TC lo haya dado por bueno no justifica las continuas quejas de «persecución del catalán» y de los titulares apocalípticos tales como «el catalán, en peligro de desaparición».

Como sea, atrévase uno en Cataluña a significarse por encima de la masa borrega exigiendo una primera educación en la lengua materna cuando ésta es la castellana. Verá cómo le dicen que «de eso no tenemos». O tenga uno un local abierto al público y atrévase a rotularlo en castellano. Verá cómo recibe una notificación de la Comisaría Política de la Lengua intimándole a cambiar el idioma bajo apercibimiento de multa (o en su defecto la visita de los maulets, que se lo romperán si insiste en defender su derecho). No importa que lo rotule uno en árabe o en ugro-finés, con tal de que no sea en castellano. O, Dios no lo quiera, atrévase a ejercer su libertad de asociación política (art. 7 de la Constitución) afiliándose a un partido «españolista» o, cuando menos, «no independentista». Si insiste en defender públicamente su derecho a tener opinión política distinta de la dominante, verá cómo aparecen pintadas amenazantes en el portal de su casa. Que el cuento de los «chicos de la gasolina» –pobrecitos ellos, tan descerebrados– ya nos lo han antes, oiga.

¿La verdad escuece? Bien. No es de extrañar que el famoso reportaje de Telemadrid –«Castellanohablantes, ciudadanos de segunda» cuya visión recomiendo a quienes sostienen por encima de todo que «en Cataluña no pasa nada»– levantara ampollas aquí. Era curioso ver a Miquel Calzada, más conocido por Mikimoto, afirmar con contundencia «Que se'n vagin» (que se vayan), en referencia a los que protestan por el statu quo educativo catalán. No menos curioso era ver al impresentable Joel Joan decir «Què collons els importa a Madrid el que fem aquí?" (¿Qué cojones les importa en Madrid lo que hacemos aquí?). Con la circunstancia de que ese actor ha trabajado en Madrit (según él, el extranjero) y le han pagado con dinero español (qué asco)… Y no menos chocante resulta ver a un alto cargo de la Conselleria d'Ensenyament asegurando con una sonrisa beatífica que «aquí no pasa nada (segadors, no esmoleu l'eina que podríem prendre mal... en general...)».

Es peligroso definirse públicamente como «español» en Cataluña. No importa si también te defines como catalán. Sigues siendo un traidor. De todos modos, seguimos intentándolo, faltaría más.

9 comentarios:

  1. ¡Qué gran artículo!¡Cuánta razón en todo!¡Qué alegría saber que uno no está solo!
    Muchas gracias.

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  2. Cuando parece que no dejaremos de dar vueltas sobre las impresiones del carrito de la compra, al final sale algo sobre lo que realmente se puede debatir: la lengua. Por desgracia, escribo esto habiendo leído la defensa sobre el famoso documental "Ciudadanos de Segunda", algo que, bajo mi punta de vista, desacredita la palabra de quien pretende razonar sobre idiomas.

    Debería considerarse flagrante no el hecho de que el catalán dé derechos y su desconocimiento los quite. Sé que en la Constitución se expone claramente que todos los españoles gozan de los mismos derechos. La posibilidad de no poder optar a unas oposiciones por el desconocimiento del catalán supondría una tara en cuanto a derechos dentro de Cataluña.

    Sin embargo, la Constitución parte de un axioma, y es que España debe -se intuye- ser castellana. Es el Art. 3.1 de la Constitución, que obliga (exacto, sin derecho a opcionalidad, ni libertad de ignorancia) a su conocimiento por parte de todos los españoles, fuere cual fuere si lengua materna o independientemente de que no se emplee en su entorno.

    Esto coloca, en cuanto a derechos lingüísticos, a muchos españoles por debajo de la media. Los derechos lingüísticos de un euskaldun, un gallegohablante o un catalanohablante (y ni mentemos al hablante de aragonés o asturleonés porque nos puede entrar la risa por la precariedad) son infinitamente menores que los de un castellanohablante. Esto, por lo visto, no se concibe como una desigualdad de derechos, puesto que todos ellos tienen las mismas posibilidades que el monolingüe de dirigirse a las instituciones en castellano. Un argumento al que se le podría dar la vuelta; todo castellanohablante tiene el mismo derecho que un catalán a las oposiciones, sólo tiene que conocer la lengua, algo para lo que nadie le pone trabas. Argumento al que, insisto, se le podría dar la vuelta, si no chocara frontalmente con el orgullo nacional de preservar el derecho a la ignorancia del monolingüe estándar.

    Muy relacionado con lo anterior está el tan llamativo aunque inadecuado tema de la "Comisaría Política de la Lengua". Quizá el autor desconoce que existen 2 leyes que obligan, dentro del sector mercantil, a la obligatoriedad del catalán (que no prohiben el castellano, hecho que se suscita falsamente en este artículo), frente a cerca de 190 que obligan -únicamente- al castellano. Algo en lo que el autor no repara y no ve desigualdad alguna, al parecer.

    El famoso documental que "levantara ampollas" es recordado únicamente por las declaraciones de Joel Joan y Miquel Calzada. Como respuesta a todas las acusaciones que se vierten en dicho documental, me permito citar algunos datos: el modelo catalán es el más exitoso de España en cuanto a bilingüismo; un 90% de la población menor de 35 años es bilingüe a nivel oral y escrito en ambas lenguas. Según los informes PISA, Cataluña es la 3era comunidad en comprensión lectora, y su nivel de castellano se encuentra ligeramente por encima de la media española. La UE ha valorado con insistencia el bilingüismo, bilingüismo cuya existencia está más que documentada y con el que solo Galicia puede rivalizar.

    Pero, ¿es el castellano el damnificado del bilingüismo? Más alla de las dudas que despeja el informe PISA, hay más. Los estudios del Gencat atestiguan un 98'9% de población catalana que conoce a nivel oral y escrito el castellano. Si el Gencat fuera sospechoso de ser partidista, están los estudios de Siguán, entre muchos otros (aunque los de Siguán, si no recuerdo mal, fechan de 1999 con un porcentaje del 97%, ligeramente inferior).

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  3. Puede, si quiere, creer que soy antiespañol, o una solución muy recurrente: decir que estoy adoctrinado, que la ingeniería social me ha abocado a ello sin remedio. Por suerte, me puedo considerar español, no por orgullo patrio, sino por conocimiento de sus culturas. Por alguna razón estuve un año estudiando euskera, y traté de leer libros en aragonés y gallego. Durante la carrera las prácticas de dialectología las hice sobre el asturleonés, por lo que tampoco me considero pez en el tema. Y como hablante nativo, no puede decirse que desconozca el catalán.

    Quizá sí que he vivido adoctrinado. No solamente durante mi infancia, sino también al cursar filología hispánica. Es independiente que entre los magistrados hubiera integrantes de la RAE y del Instituto Cervantes. El hecho de haberla cursado en Barcelona es suficiente para que sea total el adoctrinamiento: es probable que los magistrados por el mero hecho de estar en Cataluña también se hayan visto afectados y ahora mismo sean víctimas. O quizá no hayan caído pero se encuentren sufriendo la extorsión de algún comando.

    Quién sabe, podría ser factible. Aunque, honestamente, creo que el problema se solucionaría si hablara con su quiosquero.

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  4. La entrada tiene ya unos años, pero los hechos siguen siendo los mismos o parecidos. Me alegra que tenga usted tanto conocimiento de las diversas lenguas patrias; pero me temo que se ha perdido usted el meollo de los hechos que yo relataba en la entrada. Supongo que usted se adscribe a la opinión de que "aquí no pasa nada" y que las pintadas, rotura de cristales (tan del gusto nacionalsocialista), agresiones verbales y físicas e incluso amenazas de muerte son "hechos aislados" y que "no conviene darles más importancia de la que tienen". Me parece perfecto: hay gente así, que niega esa realidad. Siga usted viviendo en su burbuja y de espaldas a la realidad. Espero que cuando le estalle no se haga mucho daño.

    Ah, por cierto: afortunadamente, mi quiosquero es argentino y pasa olímpicamente de esas gilipolleces de tratar de esconder la prensa "desafecta al Régimen"...

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  5. Y vea que le publico sus comentarios para que no tenga usted motivo para llamarme "censor fascista hijo de puta", como hacen otros, según he observado en otros blogs. Desde el momento en que usted escribe educadamente (aunque en mi concepto, equivocadamente) se acepta su opinión.

    Por lo demás, leamos el artículo 3.1 de la CE completo, por favor:

    "El castellano es la lengua ESPAÑOLA oficial del Estado. Todos los españoles tienen el DEBER de conocerla y el DERECHO a usarla." Quiere decirse:

    a) Que el castellano no es la única "lengua española" existente en España. TODAS las lenguas que se hablan en España son españolas y el castellano, también.

    b) Todos los españoles tienen el deber de CONOCERLA: y el Estado, correlativa obligación de enseñarla. Y cuando digo "Estado" no me refiero solamente a la Administración estatal, sino también a la autonómica, en cuanto tenga la competencia correspondiente transferida.

    c) No hay obligación, sino DERECHO a usarla. Usted, en su ámbito privado, aunque "está obligado" (qué dolor) a conocer la lengua española castellana, puede usar el swahili si le parece. Nadie le obliga a usarla en ese ámbito privado (compárese con la inmersión/imposición lingüística catalana, que incluso llega al ámbito privado).

    d) Se completa esta exposición con lo que dice el art. 3.2 CE: "Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos." Lo que significa que se le concede una opción: en sus relaciones con la Administración pública puede usted usar la lengua española castellana, común para todos los españoles, o la lengua española que corresponda a su Comunidad si es diferenciada de la castellana común. Y ninguna "con preferencia a la otra", como establece el EAC de 2006, ése que dijo ZP que "lo aprobaría tal como saliese".

    Otra cosa es que, además, la Administración catalana se escude en la "preferencia de uso" del catalán (se guardaron muy mucho de decir que "el catalán es la única lengua de la Administración en Cataluña, al efecto de evitar el correspondiente hachazo en la Comisión Constitucional) para barrer literalmente el castellano del ámbito oficial y aún del privado en tierras catalanas. Política de hechos consumados, sin más.

    Es cansino tener que explicar esto cada vez. Pero lo haremos siempre que se nos interpele con educación.

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  6. Agradezco que publicara mi comentario, y lo digo con total sinceridad. Sin embargo, no soy demasiado fino exponiendo mis opiniones y pienso que, del mismo modo que antes, está usted terriblemente equivocado.

    Traté de insistir fervientemente en que la apelación a los sentimientos no constituye ningún argumento. Si no fuera porque usted -presupongo- no tiene poder político que mantener, concordaría perfectamente con la definición que brinda la RAE sobre "demagogia".

    Hecho bastante delator es el caer en la Ley de Godwin. La lista de las cosas que pueden ser relacionadas con el nazismo es más larga de lo que se cree. Es más: estoy casi totalmente convencido de que los nacionalsocialistas también tomaban el desayuno por la mañana.

    Y, ¿sabe qué sostengo? Que estadísticamente, los hechos que relata son irrisorios. Me parece, sin querer caer en el tu quoque, al mismo nivel de considerar el Real Madrid un equipo de fútbol que apoya el franquismo y el nazismo por tener un sector (estadísticamente bastante más presente que el nazismo en la malvada Cataluña) de clara tendencia ideológica como público. Podría seguir esa senda, pero me parece casi pueril tratar de convencer a alguien a partir de una afirmación gratuita que requiere ser generalizada.

    Como ve, es muy fácil, aunque un ejercicio estéril, tratar de respaldar una impresión a partir del impacto sentimental que le produzcan hechos aislados. Y los llamo aislados mientras no haya un dato, un algo empírico que demuestre su generalidad.

    Pasemos al tema de las lenguas. Escribe el artículo completo como si la segunda parte entrara en contradicción con la primera. Es decir, está obviando la obligación que pesa sobre todos los españoles fuere cual fuere su lengua materna, a pesar de que todas ellas sean españolas. Es decir, existe una escala de importancia que se fija mediante la ley y en la que más de 10 millones de españoles se ven en una posición de inferioridad en cuanto a derechos lingüísticos.

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  7. Habla como si con el catalán hubiera obligación de uso más allá de la escuela. La libertaria España en la gran mayoria de su territorialidad impone el uso de una lengua en sus escuelas. Este es un hecho, que no tiene sentido en ser denunciado puesto que la gran mayoría de los niños que allí cursan son monolingües, y ya se sabe el dicho: sarna a gusto no pica. El mismo hecho que denuncia, aunque no se hubiera percatado de ello por la inexistencia de alternativa.

    La Constitución a la que apelamos es la misma que dice que se debe obligar a todos los españoles a aprender castellano, pero no se puede obligar a aprender otras lenguas, independientemente de que sean naturales de una zona y que ésta sea también oficial. Es una práctica que se aplicó durante siglos en América con las lenguas indígenas: el bilingüismo sustitutivo. Se permite la existencia de otras lenguas pero con trabas administrativas y grandes desigualdades para "invitar" a sus hablantes a renunciar a ella en pos de la comodidad de la lengua favorecida.

    Como ha puesto el artículo completo, habrá visto que "[oficialidad] de acuerdo con sus Estatutos" legitima la potestad de la Generalitat a establecer una lengua como preferencial, puesto que ello no quita el derecho de uso a los ciudadanos de cualquiera de ellas (a pesar de que trate de negar esta realidad). Es más; la sentencia del Tribunal Constitucional que recortó el Estatuto no solo reconoce dicha potestad, sino que afirma como garantizado el derecho a ser atendido en castellano y a aprender castellano en la escuela. Y los datos de Siguán así lo atestiguan, por encima de todos los sentimentalismos.

    Pero como relativo conocedor de la situación lingüística española, quiero aportar más datos. No me extenderé en el caso de Navarra, puesto que no tengo a mano los estudios que analizan la destrucción del bilingüismo que ha empezado por la propia administración foral. Voy a otros asuntos: el asturiano no posee siquiera oficialidad ni protección alguna (hecho por el que M. Alvar es "persona non grata" en la Academia Asturiana de la Llingua"), y en Euskadi únicamente el 26% de los funcionarios es capaz de desenvolverse en euskera. Supongo que esto no le parecerá un agravio: lo que debe ser resuelto es que tenga que pedir que le atiendan en castellano en vez de hacerlo sin formular esta mágica frase. Y todo esto lo digo conociendo el Art 3.3, aquel que dice que las lenguas españolas serán "objeto de especial respeto y protección", y remarco los términos "especial" y "protección".

    No he visto tampoco mención a las 190 normas que obligan al castellano. Vi una profunda queja por las 2 a favor del catalán, ¿debo entender que la obligación al castellano no es una obligación? ¿Existen comandos pro-castellanismo cuya maldad debe ser apelada por el sentimentalismo? Existe una lengua que posee un brutal trato de favor por encima de los demás. Paradójicamente, es la que más se presenta como una víctima y como en situación de peligro. Algo en el que quizá los ciudadanos a pie de calle caerán, pero desde luego no nadie que se haya informado convenientemente.

    Pensaba que no publicaría mis comentarios, pero por simple razón de fechas (la última entrada es de 2011). Hay un comentario que no ha publicado, pero imagino que se trata de una simple errata.

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  8. Escoge bien sus palabras, pero no vamos a picar el anzuelo. No es de mi interés "la realidad lingüística española" en su conjunto, sino sólo lo que ocurre (hechos) en Cataluña, pues de eso trataba la entrada. Tampoco era mi intención mezclar los planos político y filológico, como hacen quienes interesadamente pretenden arrimar el ascua a su sardina nacionalista. ¿Tiene algo que ver lo que yo relato, que es un hecho constatable y simple, con la erudición filológica que ha mostrado usted en sus respuestas? NO. ¿Tienen algo que ver las amenazas, insultos y desprecios por la legalidad vigente por parte de los independentistas con toda esa otra erudición e intento de retorcer los argumentos contrarios? NO. Los hechos son tozudos, como decía Lenin, y ni toda la propaganda del mundo los podrá convertir en blancos cuando en realidad son negros (o por lo menos, lo logrará sólo durante un tiempo).

    Finalmente, me mantengo en las ideas que postulo en mi entrada. Puede usted pensar (legítimamente, por supuesto) que yo estoy equivocado. Al igual que lo pienso yo respecto de sus ideas. Dejemos el tema aquí porque veo que no vamos a llegar a ningún punto de acuerdo.

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