Permítaseme la referencia un tanto jocosa en un asunto tan serio y tan grave como éste. Pues sólo así puede calificarse el arrêt Mari Luz Cortés, la niña onubense de 5 años de la que abusó un vecino (¡!) y que está además acusado de haberle dado muerte. Una maldita «comedia de errores».
El asunto no tendría «nada de especial» si no fuera porque ha puesto de manifiesto discontinuidades desastrosas en el conjunto del sistema de protección ciudadana, relacionadas con la cantidad y calidad de información que fluye entre sus diferentes componentes. Desinformación entre la policía y la judicatura. Desinformación entre diferentes órganos judiciales, que ha segado la vida de una niña inocente. Condenas pequeñas, que han supuesto que el delincuente no entrara en prisión durante todo este tiempo.
Hoy se rasga todo el mundo las vestiduras. Hoy todo el mundo se pregunta «¿cómo ha sido posible?» y se piden —casi se exigen— las más duras medidas contra el delincuente: «Nada... ¡cuatro tiros hay que pegarle!», «¡Hay que castrarlo!», «¡Hay que... (cualquier barbaridad que se les ocurra a ustedes)!». Los españoles, incluso los que dicen que no se sienten tales (que luego escarbas y resulta que tienen raíces al otro lado del Segre o de Santa María de Garoña o más abajo de Despeñaperros), somos de sangre caliente y reaccionamos con furia ante estos hechos. Eso, naturalmente, sirve mucho para desviar la atención del verdadero problema, que no es otro que el funcionamiento normal de la Justicia. Pero, hombre de Dios: si por ese concepto hasta se puede pedir indemnización en este país...
Por otro lado, ¿a quién habría que pedir responsabilidades por un retraso de cinco meses en sustituir a la funcionaria que según el juez Tirado tendría que haber tramitado las informaciones correspondientes? ¿Y quién es responsable de todos los demás fallos?
No se comprende cómo es posible que ya en pleno siglo XXI el funcionamiento de la Justicia siga siendo el del siglo XIX. A lo mejor en Estados Unidos (me resisto por completo a llamar «América» a esa nación, puesto que los mexicanos serían también americanos sensu stricto) las cosas son distintas. A lo mejor allí es verdad que los policías poseen un aparato conectado a la intranet correspondiente y pulsando un botón aparecen todos los delitos de los que se tiene constancia ha cometido el presunto, hasta las multas de tráfico. Por lo menos, así parece en las películas de Jólibus. Y eso que aún no hemos asistido a la sugerencia de que la policía se transforme en PreCrime, Inc.
Pero no se preocupen ustedes: no hay peligro de que eso ocurra en España. No se insinúa que todos los Juzgados funcionen igual de mal, ni mucho menos. Seguramente hay titulares de Juzgados que consiguen que su Juzgado dé bien en las estadísticas a fuerza de horas y horas de honrado trabajo. Sin embargo, no es menos cierto que las consecuencias de un error judicial (o de una concatenación de ellos) pueden ser terribles, como es el caso presente.
Y se habrán fijado ustedes en otro detalle. Será coincidencia o no, pero mientras bullía y estallaba la indignación popular por el caso de Mari Luz, se han dictado dos sentencias que de no haberse producido el fatal desenlace del caso Mari Luz, hubiesen tenido mucha mayor repercusión mediática: por un lado, la sentencia del caso Gescartera, que ha tardado nada menos que ¡siete años! y que ha permitido que Pilar Giménez Reyna y los otros bergantes hayan dado con sus huesos en la cárcel, una vez demostrada su culpabilidad. Por otro, la sentencia del caso Juan Antonio Roca, que resulta que no va a la cárcel porque le han impuesto de fianza la calderilla de un millón de euros. A saber qué se ocultará tras esa fianza de calderilla...
Es curioso que ambas sentencias hayan recaído después de las elecciones. ¿Se imaginan ustedes el efecto que la sentencia J. R., el factótum marbellí, hubiera causado en la candidatura de Manoliyo a la presidencia andaluza? Claro que en el cortijo de Manoliyo todo es posible... Y no digamos la de Gescartera: impacto menor, pero que los medios giliprogres hubiesen machacado hasta la náusea lo de «el PP es un partido corrupto». No sería difícil imaginar a Eva Hache (la novia de Freddy Krueger), vestida con el traje típico segoviano diciendo algo así como: «No durmáis, peperos... ¡por Gescartera esta noche os espero!»
Luego, se enfadarán y tratarán de empapelar a un alcalde (Pedro Pacheco) por decir que «la Juztizia é un cashondeo» o al dibujante Ramón por un dibujito de ná acerca del Tribunal... Constitucional («vamos a llevarnos bien...»). Siempre hemos dicho que si la Justicia española está enferma, ello es causa y consecuencia de que también lo esté la sociedad. ¿A alguien le interesa que la Justicia siga así de enferma? (y no es una pregunta retórica...)
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