Haces una vida un tanto sedentaria en tu casa. Sales a comprar y poco más. Pero de vez en cuando, como hoy, recibes una llamada telefónica de un amigo. ¿Será una llamada de auxilio? ¿Le habrán rebanado el estómago después de haberse acostado con una chica ligera de cascos? No, claro que no. ¿Cómo podría ocurrir semejante estupidez a plena luz del día? Todo lo contrario: es una llamada para ir al cine con otros dos amigos más. Ninguno de los cuatro es especialmente cinéfilo, pero como ya comenté en algún otro artículo, el nivel de masa gris de la cinematografía estival es habitualmente bajo; así que para una vez que hacen algo distinto, bien vale la pena probarlo.
El pretexto era hoy "Sin City", co-dirigida (raro que dos directores compartan esa tarea) entre Robert Rodríguez y el verdadero "padre de la cosa", Frank Miller, un dibujante de comics. Mi amigo me vendió la película con el siguiente argumento: "la hacen en blanco y negro". Y claro: uno cree que el B/N es "lo más" para darle una pátina de respetabilidad, es decir, como de "cine que vale la pena ver". Yo no conocía a Robert Rodriguez, pero sabiendo que es íntimo de Quentin Tarantino, creo que me podía imaginar de qué clase de "cosa" iba a tratarse.
Fiat obscuritas, dijo el dios del cine. Y la oscuridad se hizo tanto fuera de la pantalla como dentro. Es de noche. Siempre es de noche. Y además, llueve. O hace un frío que pela. Por eso los protagonistas van bien abrigados y ellas, que en su mayor parte son chicas de vida alegre y ceño fruncido, más bien ligeras de ropa, con la excepción de la niña que sale al principio y de la cual, según nos cuenta la voz en off de Bruce Willis (policía a punto de retirarse), van a abusar y después la van a asesinar. El anti-héroe, por supuesto, consigue salvarla, al precio de ser acusado él de tales horrendos hechos. El pederasta es hijo de un senador y al anti-héroe le cogen porque su compañero le dispara por la espalda y no se puede mover del lugar donde se perpetra el supuesto y horrendo crimen.
Cambio de escena (o no). Sigue siendo de noche y, por supuesto, sigue lloviendo. O hace un frío que pela, no me acuerdo ya. De pronto, empiezan a sonar disparos. Disparos por todas partes. Eso era por si la noche del círculo polar y la lluvia de monzón (una verdadera cortina, por Dios). Y más o menos, la mitad de la película me la he pasado intentando entender qué pasaba entre tiro y tiro, cuando los mamporros dejan un respiro. La película no ahorra detalles macabros, pero tiene uno muy "simpático". En una escena, una prostituta muy hábil con las armas japonesas medio corta el cuello a Benicio del Toro (difícil no acordarse de O-Ren Ishii, Kill Bill). El protagonista de esa línea argumental (Clive Owen) tiene que enterrarlo y se lo lleva en un viejo coche. Él cree que Del Toro está muerto, pero no lo está: y según los movimientos del coche, habla "normal" o en falsete (cuando se le cae la cabeza hacia atrás). Otro detalle "simpático" es ver a Elijah Wood: de acollonado protagonista de "El señor de los anillos" pasa aquí a interpretar a un tipo absolutamente pervertido que practica el canibalismo con sus víctimas.
En fin y para no alargarme más: una orgía de sangre y tiros, aderezado con chicas de muy buen ver muy ligeritas de ropa, todo ello salido de la calenturienta imaginación de Rodríguez. Es el caso de Carla Gugino o incluso de Jessica Alba. Para quien le guste el "género", no seré yo quien lo prohiba. Pero digamos que tardaré en ver otra de Robert Rodríguez (no me resisto a poner el acento, lo siento. Estos gringos se lo cargan todo).
Ah, como detalle final, una frase que sí me ha gustado y que no voy a citar textualmente porque no recuerdo las palabras exactas: "Cuando consigues que la gente crea tus mentiras y la verdad le importe un cuerno, la tienes agarrada por las pelotas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí se puede opinar libremente y sólo se borran el spam y los trolls.
Cada comentario únicamente refleja la opinión de quien lo escribe.