17 de febrero de 2008

Tensión dramática

Por su interés, reproducimos aquí el contenido de un artículo de César Vidal aparecido en La Razón de hoy domingo.

Utilizar la tensión como arma política es una herencia del bolchevismo. Ya afirmó Lenin que «la mentira es un arma revolucionaria» y, desde luego, la usó con profusión para crear el primer estado totalitario de la Historia, el primero, dicho sea de paso, que creó una red de campos de concentración y que asesinó en masa utilizando el gas.

Durante los años veinte, otro socialista, en este caso un italiano llamado Mussolini, se destacó en el uso de esa misma estrategia. Lenin había dicho del vigoroso latino que era el único hombre capaz de llevar a cabo la revolución en Italia y no se equivocó. El único matiz era que el socialismo de Mussolini tenía un fuerte ingrediente nacionalista y recibió el nombre de fascismo. Los que vinieron después ya no fueron innovadores sino meros aprendices. Stalin interpretó una estrategia de la tensión escrita por Lenin que le permitió asesinar a sus antiguos compañeros de partidoy atestar el Gulag con decenas de millones de desgraciados; por lo que a Hitler se refiere, basta leer «Mein Kampf» para percatarse de que su socialismo nacionalista había captado a la perfección las lecciones bolcheviques. En buena medida, la Historia del s. XX ha sido la de los canallas que creaban una tensión ficticia para justificar luego el exterminio de aquellos que, presuntamente, eran culpables. En Rusia, se trató de los enemigos de clase; en Alemania, de los judíos y en la España del Frente Popular, de los contrarios a la revolución.

Por detenernos en este último caso, resulta ilustrativo recordar que desde 1933 hasta 1936 –pasando por el alzamiento armado de octubre de 1934– la izquierda y los nacionalistas practicaron una tensión en la que no faltaron los crímenes ni la violencia de todo tipo, tensión de la que culpaban al fascismo y que esgrimieron como excusa para practicar el asesinato del adversario político incluso antes del estallido de la guerra. En todos y cada uno de los casos, ver al adversario político –real o imaginario– les crispaba y, al final, tras un largo proceso de satanización, la salida era la cárcel o el tiro en la nuca.

Y mira tú por donde en apenas unas horas hemos descubierto que en esa galería de la estrategia de la tensión en la que reluce con brillo propio la hipocresía tiene también su papelito ZP. Cuando nadie lo veía, pero alguien lo grababa, ZP confesó a Iñaki Gabilondo que la tensión le convenía al PSOE. ¿Y qué hizo Gabilondo? Pues de la misma manera que difundió por sus micrófonos la horrible mentira de que en los trenes del 11-M había terroristas suicidas, en esta ocasión, dio la razón a ZP. «A mí me parece que os conviene muchísimo», sentenció el periodista que, al cabo de los años, ha afirmado que fue una redactora la que tuvo la culpa de la falsa noticia sobre los terroristas que nunca existieron. ZP remató la jugada señalando que iba a empezar a «dramatizar». En una nación como Estados Unidos, si uno habría sido expulsado con deshonor de la profesión periodística, el otro jamás podría desempeñar un cargo político. En España, esperemos que la estrategia de tensión que caracteriza desde hace años a ZP y al grupo mediático que lo respalda no se eleve esta vez sobre cerca de doscientos cadáveres.

2 comentarios:

  1. Desgraciadamente las los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, se junta el "hambre con la gana de comer" y.....
    Tenemos una "¿democracia?" imitación de otras, y un pueblo UNICO.

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  2. Amigo caminante:

    ¿Demo... qué?

    Más bien lo que tenemos es una "zapocracia"... que esperamos finiquitar el 9 de marzo.

    Saludos,
    Aguador

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