No es para cualquiera. No son másters (ni del universo, ni de otra cosa que se le parezca). Son cursos diversos: de "ofimática", de "auxiliar de psiquiatría", de cualquier materia que al amable lector se le ocurra. ¿Sirven? Claro. Sirven porque "nunca te acostarás sin saber una cosa más". Sirven porque así tienes la ilusión de estar haciendo algo, de "prepararte", en vez de tocarte los huevos frente al televisor o el ordenador sin hacer nada. Sirven, incluso, para conocer gente que está pasando más o menos tu misma situación (no, para ligar no sirven).
Pero, sobre todo, sirven al que te da el curso o cursillo (como si la ofimática se pudiera dar en cuatro meses), porque cobra. Sirven al director del centro o academia donde se imparte el cursillo, que recibe la correspondiente subvención, bien sea autonómica, estatal o europea. Que se lo pregunten, si no, a Fidel Pallerols: por desgracia para UDC, el cas Treball (desviación en el 2000 de fondos de la UE destinados en principio a formación ocupacional en Catalunya por funcionarios de la Conselleria de Treball de la Generalitat, entonces feudo de UDC) sigue coleando en los juzgados. Sirven al conseller o político de turno, porque a los que están inscritos o realizando un curso de ésos ya no tiene que contarlos como "parados" y puede presentar ante los votantes y ante sus jefes unas cifras "decentitas".
Nos acercamos peligrosamente a los dos millones de parados. Los problemas que la población percibe como más importantes, aparte del terrorismo, son el paro y la vivienda. ¿Qué hace el gobierno de Zapo y, en el caso catalán, ese monstruo de tres cabezas llamado Tripartito II? Zapo negocia con los terroristas; o más bien se baja los pantalones ante ellos (que te calles, coño, que si no Pepiño va a hacer restallar el látigo). Y el Tripartito II se dedica a proponer la confiscación de viviendas a lo "Doctor Zhivago", con un Carod que se cree una especie de Strelnikov redivivo.
A ver si va a pasar como en la película. Vaya, vamos a imaginarlo. Pongamos a Carod Rovira la estampa de Tom Courtenay (el actor que magníficamente interpretó el personaje de Strelnikov). Su camarada compañera, Lara Antípova, le pone los cuernos con el protagonista (se corren apuestas sobre quién podría representar a Yuri Zhivago). Situémonos al final de esa gran película, con Strelnikov-Carod caminando sobre la nieve, desarbolado, desgañitándose: "¡No soy Carod-Rovira! ¡Soy Pérez García! ¡Soy hijo del Cuerpo! ¡Soy Pérez García!". Caramba, David Lean era un profeta, además de un genio.
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