24 de diciembre de 2006

¡Olé tu pare!

Vaya con la menestra Narbona. Que sale con que quiere "prohibir la suerte final del toro". Para una menestra socialista, ecologista y doctora en Ciencias Económicas, eso es bastante lógico: cree que la realidad ha de ajustarse a lo que ella cree que es. No es tan lógico cuando uno sabe que el padre de la interfecta fue un excelente comentarista de la fiesta nacional. Pero, como siempre, analicemos un poco más.

¿Qué es lo que se podría prohibir de la fiesta? Porque hay que pensar que a estos hijos del "prohibido prohibir" les encanta prohibírnoslo todo. Veamos. Para empezar, se podría prohibir que al morlaco se le afeitaran los cuernos, para que el torero no contara con una ventaja a todas luces injusta y que convierte el festejo en algo innecesariamente cruel. No es malo para la fiesta que el torero sienta el miedo frente a un animal de media tonelada. Así, sólo los que tuvieran vocación se plantarían frente al toro.

Es un poco más difícil decir qué se podría prohibir del festejo propiamente dicho. El público entiende cuándo a un toro se le castiga más de la cuenta. El picador es el que recibe mayores pitos; la suerte de banderillas tiene que ser también limpia, porque de otra forma, el banderillero se lleva también una buena ración de pitos.

Y llegamos así a la suerte final, la estocada. El acto final en el que el torero se pone frente al toro. Momento temido probablemente por muchos diestros. Ahí es donde el torero se agranda o empequeñece para siempre. Lo de "para siempre" es a veces literal: ahí tenemos a Manolete o a Paquirri. También aquí, si la estocada no es limpia y hay que ir al descabello, el diestro pierde la oportunidad de cortar rabo u orejas, con la consiguiente ración de pitos y silbidos.

A lo que voy es que "la fiesta", o se prohibe entera o no se prohibe en absoluto. No se puede eliminar la suerte del estoque sin que la corrida se quede en espectáculo para turistas hipócritamente sensibilizados en contra de lo que ven.

¿Cuáles puedan ser otras motivaciones para "prohibir la suerte suprema"? No la brutalidad o la crueldad, desde luego. Pongamos un ejemplo. No hace tantos años, en un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme, ahorcaban un burro y luego lo lanzaban al suelo desde lo alto del campanario de la iglesia. Eso es brutalidad, claro, pero menos: no se ve, no sale en la televisión. Es recomendable que la señora menestra salga de su despacho y recorra España en toda su extensión. Volverá a su despacho con un nutrido catálogo de "costumbres bárbaras" que en sus lugares son tradiciones que nadie ha pensado ni por un momento en eliminar.

Por otro lado, si de "brutalidad" o "crueldad" se trata, ¿por qué no prohibe la progresía desgobernante la de los videojuegos bélicos? Que uno ve los trailers de esos juegos y aparte de la chorrada esa de que "mejoran la coordinación entre el ojo y la mano" (manera fina de decir "donde pongo el ojo, pongo la bala"), asesinar es tan sencillo, tan fácil... El dinero que ganan esas multinacionales de los videojuegos es el que habrá de emplearse después para los hospitales, cuando alguien quiera traspasar la frontera de lo virtual a lo real. De hecho, hay quien ya la ha traspasado: ¿recuerdan al asesino de la katana?

Tal vez otra motivación, menos noble e igualmente socioprogre, es ir eliminando lentamente los signos de la identidad nacional española. O no tan lentamente. Ya quitaron el toro de Osborne. La religión católica, que formó en mucho parte de la identidad del español de a pie (con o sin nacionalcatolicismo) es otro objetivo a batir. Ahora se quieren cargar a los toros de carne y hueso.

Los antitaurinos, analizando una vez más, resulta que no es que estén en contra de la fiesta, sino de un metasignificado que no se entiende fuera de nuestras fronteras. Están en contra de la España tradicional en blanco y negro que nos legó el franquismo. O están en contra, simplemente, de la idea de España, como les ocurre a bastantes antitaurinos en tierras catalanas. Y como el toro pertenece a la esencia profunda de lo español (más allá de la propaganda turística de toda la vida) hay que borrarlo, sencillamente. Ahora resulta que ser pro-taurino significa o se identifica para algunos con "ser español y de derechas". Hay que ver a qué extremos lleva la dialéctica socioprogre...

A la menestra Narbona, no obstante, le han salido respondones desde sus propias filas. En Andalucía le han venido a decir que ni se le ocurra quitar la fiesta, ni a plazos ni en pago único. En Andalucía, los socialistas conocen bien el impacto que causaría una tal medida. Veremos quién podrá más.

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