Es un hecho que repasando las parrillas de programación de cualquier cadena generalista, uno advierte que los programas del corazón ocupan buena parte de esa parrilla. Programas de "testimonios", de "interés humano" o simplemente "de petardeo", a los que buena parte de los españoles, sin importar sexo (es falso que sólo los ven las mujeres, por más que sean el colectivo más numeroso), edad o condición social, se apuntan alegre y silenciosamente. Programas cuyo share se vería notablemente disminuido si en algunas Comunidades se dejara de ver la televisión siquiera durante una semana.
Tal vez coincidiríamos con Fernando Díaz-Plaja en que la existencia de esos programas tiene en España una justificación muy sencilla: el saludable cultivo de la inmensa Envidia española, que creíamos adormecida con la transición, el "consenso", el "cambio", el "con mi puedo y con tu quiero vamos juntos, compañero"... Pues no. Y además hay programas que parecen cortados a medida con ese único, simple y perverso propósito...
Con Juan hablé mal de Pablo,
con éste hablé mal de Juan;
sábenlo y conmigo están
por esto dados al diablo.
Con gusto Pablo me oía,
Con gusto Juan me escuchaba
Y uno y otro me incitaba;
¿en qué, pues, les ofendía?
(Juan Pablo Forner, 1756-1797)
Como era de esperar, no hemos cambiado nada en doscientos años (ni en cuarenta, desde luego).
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