Qué le vamos a hacer: me cae gordísima Magdalena Álvarez, Maleni para los amigos. Que aparte de no ser ninguna belleza (eso Dios lo da; y si lo da mal, no lo arregla ni el Vogue, mire usted), su única utilidad demostrable es la facilidad con que se pueden sacar titulares de lo que dice o lo que hace. Su capacidad de gestión, ateniéndonos a los hechos, es razonablemente nula. Pero es lo que tiene ser ministrilla de cuota: el mayor trabajo es figurar y sobre todo, tener la boca cerrada.
Ah, pero es que el primer problema de Maleni (que no es nombre de tango, sino de tanguillo remojao) es que no sabe tener la boca cerrada. Su incontinencia verbal hubiera sido un buen motivo para haberse caído en la última crisis del Gobierno. No debería ser posible que alguien tan lenguaraz como Maleni tenga responsabilidades de gobierno. No es posible que alguien que desea que una persona —aunque se trate de Esperanza Aguirre— esté «colgada de la catenaria» de una estación ferroviaria siga siendo ministra del ramo después de soltar esa barbaridad. Ese tipo de manifestaciones restan toda dignidad a quien las realiza y equipara a esa persona a una verdulera (con perdón de las verduleras: al menos, éstas venden honradamente su mercancía).
Examinando el currículum de Maleni que luce ostentosamente en la página del Ministerio, nos damos cuenta de una cosa: que no tiene una formación específica para el ramo del que ha sido nombrado menestra. A diferencia de lo que ocurría con la menestra Pixidixi, que por lo menos había sido consejera de Al-Kurturah en la Junta andaluza. También a diferencia de su antecesor en el cargo, Francisco Álvarez Cascos, no es ingeniera de Caminos. Maleni entiende, como mucho, de dineros e impuestos, pues ésa es su formación.
Tampoco es que en la Junta, donde sí trabajo de lo suyo, le fueran las cosas muy allá, que digamos: para ponerla nerviosa sólo hay que mencionar la palabra Cajasur y el nombre de un personaje que seguramente se le atravesó en el hígado, Miguel Castillejo. Por cuatro veces intentó Maleni calzarle la Ley andaluza de Cajas al cura y el TSJA le dijo que nones. Con lo de Benjumea y Beneroso, en cambio, parece que sí se salió con la suya: paró la fusión de ambas cajas y consiguió que los dos presidentes saliesen por piernas de sus cargos.
Dicen, empero, que el saber no ocupa lugar y que todo conocimiento revela en algún momento su utilidad. Así, pues, el conocimiento hacendístico de Maleni le sirve para irlas dejando caer. Como en diciembre pasado, tras la crisis de Air Madrid: 300.000 personas se quedan en tierra y Maleni, a fuer de ahorrativa, sentencia que «en España no estamos para pagarle las vacaciones a nadie». No importa que se trate en su mayoría de personas que quieren regresar a sus países de origen: Maleni los mete a todos en el mismo saco y en la comparecencia posterior, se dedica a marear la perdiz, sin que la oposición consiga que reconozca el fracaso de su gestión de la crisis.
Lo que para la nación en general ha sido mala suerte, para ella fue buena suerte, sin duda. Apartada de las listas autonómicas del PSOE por no querer ser cabeza de lista por Málaga, Chaves la incluyó en las del Congreso, en las que aparentemente estaba muy cruda la victoria. Pero no: Zapo ganó las elecciones aquellas contra todo pronóstico y Mandatela se vio aupada al cargo de ministra. Desde entonces, si ha hecho algo es ir a remolque de la herencia de Álvarez Cascos: bien inaugurando obras que él dejó pendientes, bien cortando de cuajo las que le pareció.
Queda apuntada su gestión en el caso de Air Madrid: todos recordamos que se actuó tarde y mal. Falta por saber —debería determinarlo la justicia— si esa actuación tardía y nefasta fue, además, interesada (se señalaron algunos lazos entre cargos del Ministerio de Fomento y la empresa y de ese asunto no hemos vuelto a oír nada). La segunda, en la frente: la falsa inauguración de la rehecha T-4, con Rafael Simancas y Miguel Sebastián («Me llaman el desaparecido / Que cuando llega ya se ha ido…») y las deleznables declaraciones de las que nos hacíamos eco más arriba.
La última de Mandatela ha sido ya la gota que ha colmado el vaso: la gestión de la crisis de las infraestructuras catalanas. Dejando al margen que el Ejecutivo catalán gasta millones de euros en implantarse en Valencia y Baleares en vez de tener unos servicios decentitos, chirría la actitud de Mandatela frente a las justificadas demandas del Parlamento catalán (a lo que parece, el PSC no se sumará a la reprobación de la ministra: por eso, no se entiende para qué pedía Maragall «grupo propio» en el Congreso).
A Mandatela no le ha gustado que en Cataluña le recuerden que el Ministerio de Fomento no es su cortijo particular. Atendiendo siempre a cómo se ha manifestado, sus maneras han sido más propias de una señoritinga cortijera que no las de una ministra que debe velar por el bienestar de sus administrados. Me perdonarán mis lectores andaluces, pero en Mandatela se observa bien a las claras el rastro dejado por el caciquismo secular andaluz: por delante siempre el sostenella y no enmendalla, envuelto en un verbo hiriente y desconsiderado y coronado por una gestión totalmente ineficaz. De nada sirve que se le recuerde que el PSOE gobierna desde hace tres años y que sus dos predecesores han sido catalanes: la culpa la tuvo el PP en la persona de Álvarez Cascos por no haber invertido. Ni una palabra de Montilla (que además es paisano), ni de Clos, que hace honor a su apellido cantando a boca closa.
Con todos estos antecedentes sorprende que Zapo, tras la última crisis de gobierno, no recolocara a Mandatela en algún otro lugar donde hiciese menos daño (no solamente por sus hechos, sino y sobre todo por sus dichos). ¿Realmente no hay en todo el organigrama administrativo estatal una subsecretaría, una covachuela en donde ella pueda estar a sus anchas sin que la tenga que sufrir el común de los españoles? O, tal vez, apuntando más a mi deseo particular: ¿no hay en toda España un peaje donde ella pueda dar servicio? Sin duda, quienes pasaran por su caseta tendrían que aguantar su mala leche; pero al menos no saldría en los periódicos.Pues eso: que Arza y olé.
Aguador:
ResponderEliminar¡Excelente entrada! Un resumen magnífico de las andanzas de la ministrilla.
Saludos
Y eso que no has tenido que soportar su "meritaje" en Málaga...
ResponderEliminarAmigo Asomado:
ResponderEliminarSi además hubiese tenido que soportar dicho meritaje, la entrada podría fácilmente alcanzar un tamaño de cuatro páginas en DIN A-4...
Saludos,
Aguador