«Primero, vinieron por los judíos,
y no protesté porque no era judío;
Luego, vinieron por los comunistas,
y no protesté porque no era comunista.
Entonces, vinieron por los católicos,
y no protesté porque no era católico;
Luego vinieron por los de las Uniones sindicales,
y no protesté porque no era sindicalista;
Finalmente vinieron por mí,
y no quedaba nadie para protestar por mí.»
Le debo a mi amiga Martha Colmenares este texto, así que es justo que la mencione aquí.
Este texto de Martin Niemöller, pastor luterano, nos interpela duramente. Es uno de esos textos que a uno se le ocurren en un momento de inspiración y que, en muy pocas palabras, pueden expresar el sentir de toda una generación.
La Alemania de 1933 aplaudió la llegada de Hitler al poder porque prometió la redención y el paraíso al pueblo alemán, humillado por el Tratado de Versalles. El Reich milenario, guiado hacia la eternidad por el Führer inspirado por Dios, Adolf Hitler. La Alemania de 1933 había soportado en 1930 cuotas muy elevadas de desempleo y pobreza, para el gran país que había sido. Hitler aprovechó muy bien esa situación y llegó al poder mediante «tácticas legales», prometiendo la redención de la humillación de Versalles. Nadie, aparte de los fieles, había leído antes de 1933 el Mein Kampf («Mi Lucha»). Si muchos que lo hubieran debido leer lo hubieran hecho, tal vez se hubiese podido parar el horror de los 12 años siguientes. En ese sentido, Hitler «no engañó a nadie». Es de suponer que el miedo de unos y la indiferencia de otros hicieron el resto. Y muy bueno para los alemanes coger el toro de la historia por los cuernos y empezar a decir que el pueblo alemán no era «completamente ignorante de lo que estaba pasando».
Corren malos tiempos para quedarse en casa viendo volar los pajaritos. O según la frase consagrada, son «malos tiempos para la lírica». Hay que tomar partido. Ante lo que ocurre en Venezuela, «aunque no seamos venezolanos». Ante lo que ocurre en España, «aunque no seamos españoles». Ante lo que ocurre en Euskadi, «aunque no seamos vascos». Ante la imposición de la EPC, «aunque no seamos padres de familia con niños en edad escolar». Tal como dice Niemöller, cualquier día vendrán a por nosotros y no quedará nadie que nos defienda.
Sin embargo aquí sólo se pide otra de gambas... Me ha gustado mucho tu entrada.
ResponderEliminarHacía tiempo que no leía algo tan hermoso. Gracias Aguador...
ResponderEliminarMe alegra tu vuelta zporky, se te echaba de menos...
Estimado Aguador, espléndida entrada la que nos presentas. En estos tiempos deberíamos repetirla a diario muchas veces a aquellos que, como tú muy bien dices, por indiferencia o por comodidad no quieren enterarse de los atropellos políticos que a diario se están cometiendo en España.
ResponderEliminarCuando tengas un ratito pasa por mi blog a recoger un premio (merecidísimo).
Un cordial saludo
A mi tb me ha gustado mucho este texto que nos presentas. Un saludo
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