8 de julio de 2007

Desequilibrios sexuales

Ésta es la expresión que utiliza Libertad Digital para definir la situación del Gobierno después de la llamada «minicrisis». De forma un tanto sorpresiva pero en su tono campanudo habitual, Zapo anunció ayer que había novedades en cuanto a la composición del Gobierno. De paso, se ha cargado la tan cacareada paridad. Y es que daba risa ver el viernes a la pobre Vogue intentando justificar que «en realidad sigue existiendo paridad«, cuando son ahora 9 hombres y 7 mujeres. Eso, a no ser que alguno de los ministros presente un lado femenino del que no teníamos noticia, con lo cual ya se podría medio justificar la salvaguarda de la "paridad".


Como en un equipo de fútbol (ay, omnipresente fútbol) pero sin las limitaciones de sustitución en el noble arte del balompié, Zapo ha hecho los siguientes cambios:


1. Vivienda. Se va María Antonia Trujillo y entra Carme Chacón. En realidad, el Ministerio es de por sí bastante inútil (algo que estoy seguro que en todos los blogs de la red Anti-ZP se habrá puesto de manifiesto de una forma u otra), por no hablar de las reminiscencias históricas del nombre (si Franco levantara la cabeza…); pero ya que existe, deberían haber puesto a su frente a alguien más competente que la menestra Trujillita. La cual, además, predicaba con el ejemplo: todos nos acordamos del «despacho Zen» (77 m2) de la menestra, al tiempo que predicaba las soluciones habitacionales, de menos de la mitad de superficie. Y de su vivienda particular, que al parecer es diez veces más grande que la solución habitacional media. Lo peor: a mí me da que lo que le han dado a la señora Chacón no es un premio (a pesar de que dicen que ha hecho un «gran trabajo» en el Congreso)… pero en fin, el tiempo que le queda hasta marzo lo dirá.


2. Cultura. Se va Carmen Calvo y entra César Antonio Molina. La principal ventaja del titular entrante de la cosa es que no es un efecto de la «patada hacia arriba» que en su momento practicaron Rodríguez Ibarra y Chaves. En cuanto a la titular saliente, ya respondió Muñoz Alonso a José Álvarez Solís (paisano de la menestra en cuestión) en tiempos de Franco «Más respeto para el latín, que gracias a él los nacidos en Cabra son egabrenses» cuando el inefable Ministro-Secretario del Movimiento clamaba aquello de «Más deporte y menos latín». Parece que el cuento de «Carmencita en el país de las IVAmaravillas» no ha tenido buen final, porque los miserable roedore a quien ella tanto ayudó han pedido ahora su cabeza en bandeja de plata. Don César tendrá que apechugar con la Ley del Cine, que ha tenido la virtud de unir a la mayoría de los sectores afectados en contra de la menestra Pixidixi. Y de aquí a marzo, veremos en qué ejercita su pluma el flamante señor ministro. Igual, ahora que estamos cambiando letras a «clásicos españoles de siempre» (léase Ay, Carmela), le da por escribir algo como esto…


Yo no maldigo mi suerte
porque plumero nací;
Y aunque me ronde la muerte
no tengo miedo a escribir…


Lo peor: me quedo con las ganas de ver a doña Carmen en bikini, a semejanza de aquella concejal popular de Lepe que dejó que la brisa acariciase su cuerpo serrano al natural a fin y efecto de arañar uno cuanto de voto. Y es que lo bonito no hay que esconderlo, doña Carmen…


3. Sanidad. Se va Elena Salgado y entra Bernat Soria. El entrante de la cosa, a diferencia de don César, sí es conocido fuera de lo que es su medio, principalmente por la capacidad de halagar estratosféricamente a sus superiores. Nada más conocer su nombramiento, a don Bernat se le escapó esta perla de unos labios que debería haber mantenido cerrados: «A Zapatero yo le daría el premio Nobel de la honestidad». Se le notan las ganas de «quedar bien» (en detrimento de la verdad y la realidad; pero es sabido que a los progres se les da un repepino tanto la una como la otra) y en eso ya apunta «más que maneras». No me cabe duda de que dentro de poco, cuando ya esté bien sentado en el Ministerio, don Bernat dispondrá de un laboratorio mayor que el que tenía en Sevilla y nos deleitará en sus muchos ratos libres con el cuento de «Alí Babá y los cuarenta embriones». Doña Elena, al igual que doña Carmen es un paradigma de la unidad, también en contra (la de los médicos y ATS, la de los no fumadores y la del sector vinícola en pleno). Remedando al ilustre vate...


Tres fueron tres las leyes de Elena;
tres fueron tres y ninguna fue buena.


4. Administraciones Públicas. Se va Jordi Sevilla y entra Elena Salgado. ¡Pero bueno! ¡Manda carallo!, que dijo el otro. Nos quitan al simpático Jordi Sevilla, amante del Valencia y la fideuá y nos ponen a la acibarada Elena Salgado. Don Jordi Sevilla, que hasta tiene blog ¡y sin moderar comentarios!, como debe ser (tomara nota del detalle Pepiño Blanco: si éste los modera es porque intuye que le van a pagar con la misma moneda que él reparte). Por lo poco que he podido leer y saber de don Jordi, ha sido el único de los ministros del Gobierno 1.0 con verdadero talante, que ha sabido no crearse enemigos dentro de casa gracias a su capacidad de diálogo y de trabajar alejado del relumbrón de los medios, que no es poca cosa. Ha acercado la Administración a las nuevas tecnologías (es una buena cosa ir eliminando a una de las perpetuas residentes del humor español: la ventanilla). Al parecer, le traicionó su subconsciente valenciano: mostró muy poco entusiasmo por las reformas estatutarias y en especial por la catalana, la cual es un burdo intento de reescritura del Título VIII de nuestra Carta Magna. Y eso le costó el cargo (a Puigcercós y Tardà no se les puede dar largas y es mejor no estar en desacuerdo con ellos). Parece que lo van a mandar a Valencia, a renovar el PSPV. Mucha falta hará allí, porque vencer al tándem Camps-Barberá ni puede hacerlo cualquiera, ni en dos días. Deseamos que don Jordi tenga muchos éxitos, que éstos lo sean a favor de todos los valencianos y que todo ello redunde en beneficio del conjunto de España.


Y ahora, un ruego. Doña Elena, ande, sea buena y permita que los funcionarios fumen en sus lugares de trabajo (lo hacían antes aunque su espacio de trabajo estuviera lleno de carteles en sentido contrario). ¿Qué es un funcionario que no puede fumar, que no se puede tomar su chatillo de vino en el bar durante la media hora del bocata? ¿Eh? ¿Eh? Yo se lo diré, doña Elena: un alma en pena. Compadézcase y no se lo prohíba, mujer. Hágame caso. Verá cómo por Navidades le regalan una botella de Albariño y la invitan a cenar lacón con grelos en el «Rio Miño».


En fin, que muy largo va este artículo pero la ocasión lo merecía porque éste será, probablemente, el último cambio de Gobierno de aquí a marzo. De algunos que se quedan y debieran haber sido despachados hablaremos en un próximo artículo.

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