Ayer fuimos testigos ausentes del Debate del estado de la canción. Digo ausentes porque el bajo perfil de los políticos que dizque nos gobiernan ha conseguido que el común de los ciudadanos se desinterese de lo que ayer se estaba dilucidando en Cortes. También obró a favor del desinterés el hecho de que las posturas que se iban a enfrentar estaban perfectamente claras:
a) El optimismo filosófico de Zapo, tan aparentemente incurable como una de esas enfermedades raras a las que todos los días se enfrenta el doctor Gregory House en la tele. Para Zapo todo estaba sencillamente «perfecto». Claro, tomando la parte por el todo. Así, si el número de millonarios en España ha crecido, significa que la situación económica es «de cine». Si la ETA no ha matado más que a 3 personas en lo que va de año, se trata de «un éxito en la política de Interior del Gobierno». Etcétera.
b) La catástrofe-hecatombe de Rajoy. Bueno, en realidad no tanto así, porque a fin de cuentas, aunque el país va más o menos mal, todavía tiene posibilidades de ser encarrilado. Pero Rajoy sí señaló las falacias de la versión zapateril de los hechos. Machacó uno por uno los argumentos de Zapo y su visión «aliciana» de la realidad española. Y consiguió situar la credibilidad de Zapo por debajo de cero; al punto de que incluso la claque especializada enmudeció cuando Rajoy se dirigió a ella específicamente.
Normalmente, se debate para llegar a un punto determinado de encuentro, porque quienes debaten están buscando una solución a unos problemas que son el fondo del debate y quienes debaten. Pero ayer no vimos nada de eso. Que esto iba a ser un diálogo de besugos estaba cantado. Que Zapo no iba a contestar a nada de lo que Rajoy le preguntara, también. Uno se pregunta para qué se hacen estos debates, si para quien debe someterse a control y rendir cuentas de su gestión no son más que un puro formalismo.
Digamos, pues, que nada ha cambiado tras el debate del estado de la canción. Si acaso, se han enconado más las posturas del Gobierno y de la oposición. Lo que a los ciudadanos nos queda claro es que Zapo aguantará hasta el final de la legislatura. Y aguantará sin explicar que tratos tiene con ETA o en qué pasos anda con lo de la «Alianza de Civilizaciones», que bien cara nos está costando a los españoles (sin que sea el menor de ellos el ridículo internacional y la esperanza de nuestros amigos extranjeros de que la etapa zapateril se acabe cuanto antes). Aguantará porque no tiene otra opción. Como el púgil que, castigado prácticamente en todas las partes de su cuerpo, sigue presentando el rostro para que se lo martilleen una vez más. Cabría preguntarse por qué o por quién ha decidido aguantar hasta el próximo marzo en vez de marcharse. Sea cual sea la respuesta, como siempre, las patadas se las van a dar en nuestro agónico y sangrante culo.
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