Parece que el verano no deja de depararnos sorpresas. Anteayer, el vídeo-porquería de los «cachorros» del PSOE. Ayer, la sorprendente (pero no menos esperada) dimisión del Piqué al frente del PPC. Y hoy tenemos para comentar algo que creíamos que sólo sucedía con Franco: el secuestro cautelar de la publicación El Jueves a causa de una portada pretendidamente humorística en la que se ridiculiza a los Príncipes de Asturias. Como siempre, vamos por partes, a ver si conseguimos separar (aislar, que diríamos en términos científicos) los ingredientes de la cosa.
En primer lugar, El Jueves es una revista de corte satírico que se edita en Barcelona. El dato es importante especialmente por un motivo: en Cataluña nunca se tuvo en gran estima a los Borbones, especialmente desde 1714. Ese rencor o desprecio se ha ido cultivando en diversos grados hasta la actualidad. Que lo de la actualidad tiene tela también, pero ya llegaremos. Así, pues, no importa lo que los Borbones hubieran favorecido a Cataluña en el pasado o en el presente, ni siquiera que Doña Cristina trabaje en la Fundación de «La Caixa», verdadero rovell de l'ou del catalanismo económico: son una dinastía extranjera (calificativo que aún se podría mantener actualmente, para algunos: el Rey actual es un español vía Roma y además contrae matrimonio con una princesa griega).
En segundo lugar, existe al parecer una consigna no escrita para todos los medios de comunicación en cuanto a los asuntos de la Corona: «El Rey no se toca». De ahí que todas las informaciones que hacen referencia a la esfera personal y familiar de la Corona se manejen por los periodistas con el mismo cuidado y delicadeza que una masa crítica de plutonio. De ahí, también, que en los medios aparezca la «cara amable» de la Corona: los Reyes son amantes abuelos de sus nietos y menudean las fotografías de todos en amable y acompasada armonía. Y nada puede (o debe) traspasar esa espesa armadura.
Claro que la «imagen perfecta» tiene sus problemas, porque a fin de cuentas, la Familia Real no deja de ser un conjunto de personas humanas, con sus virtudes y sus vicios. Pero como la protege esa cláusula no escrita, todo son «rumores». Y si, por desgracia, aparece una noticia que no puede calificarse de «rumor» por tener demasiados visos de veracidad, «se toman las medidas necesarias» para que esa noticia no aparezca en los medios (o para que el periodista que suministró dicha noticia tampoco vuelva a aparecer ni por el forro en los medios).
Sentados estos primeros párrafos, vamos centrando el objetivo de este post. No es la primera vez en nuestra democracia que se «ataca» a las altas instituciones de la Nación. Somos un país latino, y por ende exaltado, así que no faltan expresiones como las de «La juztizia é un cashondeo», dicho con el gracejo andaluz de Pedro Pacheco. O la de cierto humorista llamado Ramón, a quien se le ocurrió referirse a nuestro más Alto Tribunal como «Tribunal Prostitucional» (y que le costó una querella, aunque luego fuese archivada). Es lo que tiene ser portavoz de lo que muchos están pensando y nadie se atreve a decir. Incluso se puede admitir (estirando mucho el criterio) que hubo una cierta «gracia» en esas expresiones.
En Cataluña, por el contrario, las referencias a la Familia Real han presentado y presentan un elemento común: el mal gusto. En la mente de muchos catalanes estará el recuerdo de cierto día de 1983. Se emitía por TV3 el programa nocturno «Oh, Bongònia!», dirigido y presentado (ahora se dice conducido, que queda más fino y más anglófono) por Miquel Calzada Mikimoto. En dicho programa se le ocurrió al periodista burlarse de las facultades mentales de Doña Elena. Rápidamente, una llamada desde Zarzuela expresando el disgusto por el tratamiento que se dio a la Infanta y el periodista es obligado a pedir disculpas públicamente. Claro que a mí se me ocurre una idea. Hubiera estado muy bien que el señor Calzada hubiese podido entrevistar a Doña Elena, para tener información de primera mano y no agarrarse a los tópicos nacionalistas de toda la vida, que ya hemos citado.
(Aunque sea entre paréntesis, recuérdese también el diferente tratamiento que tuvo unos años después un sketch de Javier Gurruchaga en TVE, en el que se burlaba de los tres iconos más furibundamente nacionalistas: La Moreneta, el Barça y Pujol. Aquí el asunto fue casus belli y delito de lesa catalanidad. El programa se tuvo que retirar. Los nacionalistas no demuestran ningún sentido del humor cuando son ellos el objeto de la burla).
Con estos precedentes, ya podemos analizar el secuestro de la publicación. La viñeta en cuestión es, primeramente, de mal gusto. Presenta a los Príncipes de Asturias en su supuesta intimidad, aprovechando la coyuntura del cheque-bebé de Zapo. Pero el insulto no está solamente en presentarlos en su supuesta intimidad. Hay dos detalles más, no menos insultantes que el citado y que se intuyen de las palabras que el «humorista» pone en boca del Príncipe:
- El primero, que Don Felipe es un vago. O sea, que vive de gorra del resto de los españoles. Realmente, cuesta saber con detalle (no trasciende en los medios) cómo se prepara el Príncipe para suceder a su padre, pero entendemos que eso no es motivo para decir que no hace nada. Y mucho menos cuando se desconoce su vida personal.
- El segundo, que Don Felipe es idiota (ésa es la impresión no demasiado subliminal que da en la viñeta). Lo cual es un insulto totalmente gratuito por parte de alguien que ni siquiera le conoce personalmente, pero que aquí en Cataluña se capta inmediatamente por todo lo que ya hemos explicado.
¿No había otra manera de tratar el asunto que meterse con los Príncipes, por muy republicano que sea uno? Yo les sugiero una, si me lo permiten. Presentemos la misma situación, pero sustituyamos a los Príncipes de Asturias por Zapo y Sonsoles (si se quiere más morbo, se puede incluso sustituir a Sonsoles por Zerolo. Con Zerolo tendríamos el problema de que no se quedaría preñado, pero seguro que los humoristas le encontrarían la punta…). Ah, pero es que a Zapo no se le puede criticar así. ¿Cómo que no? Habría represalias. Claaaaaaaro. Viva la libertad de expresión…
No sé si es apropiada la medida del secuestro de publicaciones en el siglo XXI, en que las comunicaciones van tan rápidas. Lo que sí sé es que los «humoristas» de El Jueves deberían tomar alguna que otra aspirina para curarse de su resfriado ingenio. Y para que recuerden que su libertad de criticar termina donde comienza el insulto (sobre todo el gratuito). Y ya de paso, para que se les vea menos el plumero.
El derecho a la libertad de expresión es un derecho fundamental pero también hay otro derecho fundamental: el derecho al honor y a la imágen, y estos entran en conflicto a menudo.
ResponderEliminarA mi me parece tan deleznable esta portada,como aquel panfleto editado por la Junta de Extremadura,dónde se hacía escarnio de Cristo,la Virgen María y el santoral.
Entonces,si valía la libertad de expresión para la caterva progre;ahora,cuando toca a la periodista Leticia y al Principe,ya no.
Curioso.
Es curioso como ha tratado este tema el fiscal general, como entra de oficio para defender a la realeza pero no en otras cuestiones.
ResponderEliminarNunca mejor dicho, "o todos moros o todos cristianos", por eso tienen un doble rasero para aplicar.
La libertad de uno termina donde empieza la del otro, por tanto la fiscalia debería hacer cumplir la ley siempre, no cuando le venga en gana.
Saludos...
Cuando lo de las viñetas de Mahoma, sí que valía la libertad de expresión para los católicos y peperos, en cambio, ahora parece que no: a los Borbones ni tocarlos.
ResponderEliminarCuanta razón tienes, Aguador. Me sorprende que a la mayoría de las personas les resulte normal, e incluso hasta recomendable que la infanta Cristina trabaje en la Caixa. "¡Que se gane el sueldo, que haga algo!" dice el populacho cuando se le interroga sobre esto. Un miembro de una institución pública no puede trabajar a la vez en una entidad privada. No se puede estar en misa y repicando. Existe lo que en Derecho se conoce como "Incompatibilidad de Caracteres". Y la prensa tiene la obligación de callar todos sus conocidos escándalos y consolidar la imagen de un rey campechano y cercano al pueblo. Si se pudiera hablar de los líos de faldas borbónicos en televisión, los programas del corazón no tendrían capacidad sufiente para hablar del resto de los famosos. Y eso por no hablar de la corrupción de nuestros soberanos, de la que el caso Cristina-Caixa es solo la punta del Iceberg.
ResponderEliminarSinceramente, a pesar de no leer nunca la revista en cuestión, considero que la censura es un atentado contra la libertad de expresión, y que es propia de regímenes escasamente democráticos (no solo se practicaba en época de Franco, también durante la II República, en la que estaba prohibido por ley (Ley de defensa de la república) publicar cualquier cosa que se opusiera al régimen o que pudiera precipitar su caída.
Y en cuanto a la caricatura en cuestión, citaré a Espe cuando dijo "prefiero el exceso de caricaturas que la ausencia de ellas".