Está claro que el verano va a ser «caliente». Miren lo que llevamos de julio (apenas dos semanas) y la cantidad de acontecimientos que se han producido. Uno pensaría que esto no ha hecho más que empezar: entre el vídeo-porquería de los cachorros zapateriles, la dimisión- portazo de Piqué, el fallecimiento de Polanco, la viñeta de El Jueves y el mega-apagón de Barcelona (medio millón de barceloneses sin luz y aquí no passa res, nen). Hay asuntos, no obstante, que presentan ya alguna recurrencia como éste de la EPC.
Retomamos la argumentación que ya en otro post expusimos. ¿A qué obedece o puede obedecer la EPC? Oficialmente, sería un intento por parte del Estado de indicar a nuestros retoños «el buen camino», ante la alarma que causa el que un mocosete de apenas ocho años pueda enfrentarse a un profesor «y denunciarle por malos tratos», con el apoyo del Consejo escolar y el aplauso de sus propios padres. O que una niña en los primeros ardores adolescentes pueda denunciar a su padre por lo mismo y luego se descubra que la niña tenía ganas de salir por la noche y no contaba con el permiso de su denunciado progenitor.
Algo así como que el Estado quiere suplantar a los padres y les dice: «Tranquilos. Si no podéis encargaros de la criatura, papá Estado lo hará por vosotros». Ésa podría ser la postura inocentemente oficial.
Pero si hay algo que Zapo ha demostrado ampliamente en estos tres años y medio de legislatura, es que todo lo que hace tiene trampa. Y así nos encontramos con esto de la EPC, bajo cuya pátina de «educación social» hallamos el intento de educación totalitaria más reciente de la historia europea. Ya hemos tenido tiempo de ver algunos de los contenidos de la asignatura y, la verdad, no desmerecen en nada de la Formación del Espíritu Progresista o de la educación que en los años 30 debieron de recibir los retoños soviéticos.
Aún hay más. Resulta que en otros países europeos también se imparte la EPC. Pero a diferencia del caso español, en tales países la EPC es sumamente respetuosa con el hecho religioso. La EPC no pretende, en tales países, sustituir la enseñanza de la religión; sino que, de una forma democrática, se ofrece la posibilidad de que quien no quiera recibir enseñanza religiosa pueda apuntarse a esta educación cívica.
Y no acaba aquí la cosa. Precisamente porque somos carpetovetónicos y batuecos y no sé cuántas cosas más, muchos padres (católicos, por más señas) han dicho: «Para que me lo malcríe el Estado, prefiero seguir malcriándolo yo». Y han empezado a «objetar». ¿Creíamos que la objeción de conciencia sólo servía para la mili? Ah, claro: agarrarse al artículo 30 de la Constitución era naturalmente muy progre y bien visto (a los militares, ni agua: faltaría más. OTAN no, bases fuera). Pero resulta que éstos de ahora «objetan» contra el Gobierno. Eso sí que no. Como esos jueces retro-fascistas que «objetan» contra el matrimonio gay. Eso es insubordinación, ¡caramba! En el Falansterio de Educación, la menestra Cabrera se sube por las paredes y grita como una posesa una nueva versión del no pasarán: «¡El que no curse la EPC no pasa!» y sus secuaces le hacen los coros. Y, cómo no, la EPC se va a cursar ahora por narices (por decirlo en fino).
La última escena (por ahora) de este sainete se produjo hace dos días, en la clausura del congresito de los «nuevos rojos». Zapo, siempre dispuesto a ayudar, ha dicho que «ninguna fe está por encima de la ley». Frase indefinida, pero que es como decir «aquí se reza lo que yo digo» en laico. Y todo porque la mayoría de los objetores son católicos (cualquier oportunidad de atacar a la Iglesia es buena). Hubiera sido mejor citar el Evangelio («dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»); pero claro, Zapo se arrodilla ante Jakin y Boaz, no ante el Crucificado. Y así le salen a él las palabras.
En fin. Si alguna virtud ha tenido la EPC, ha sido la de arrancar la careta progre al Gobierno y mostrar su auténtica faz totalitaria (lo que han sido las izquierdas siempre, por otra parte) a quienes tuvieran alguna duda todavía. Nos queda alguna esperanza: el capote que le ha echado Zapo a su menestra es garantía de que la EPC no saldrá adelante…
Cuando hagan la mili todos los progres que se escaquearon podrán plantearse impedirme objetar.
ResponderEliminarNo se trata de un conflicto con la Iglesia Catolica.Los que no queremos que el Estado nos imponga sus "sentimientos" somos ateos,agnosticos.....
ResponderEliminarQue bien saben plantear las cosas estos mierdas de progres.
Saludos,aguador
"Rajoy ganará las próximas elecciones y no habrá que cursar la EPC". Algo parecido ha dicho hoy Esperanza Aguirre.
ResponderEliminarEsta asignatura va a propiciar que los padres responsables estemos muy atentos a lo que se enseña a nuestros hijos para poder contrarrestar todas las consignas del catecismo socialista. Horas y horas de diálogo sobre todos los temas que preocupan a cualquier humanista. Visitas asiduas a las bibliotecas y librerías para poder probar nuestros argumentos.
Los chicos van a salir ganando mucho, pero nosotros vamos a terminar agotados.
Un saludo cordial
Amigo Decentes:
ResponderEliminarEs cierto que hay ateos y agnósticos entre quienes objetan. Pero no es menos cierto (corrígeme si me equivoco) que el colectivo más numeroso de "objetores" es el de los padres católicos...
Saludos,
Aguador
No te equivocas Aguador, es cierto que los padres católicos es el colectivo más abundante entre los objetores. Nosotros no queremos decir que seamos ateos o agnósticos, lo que quería expresar es que no es necesario ser católico para ver lo zafia que es esta ley.
ResponderEliminarSaludos
Amigo Decentes:
ResponderEliminarEn eso sí te doy la razón. Tan zafia es la ley que se le ven hasta las intenciones.
Saludos,
Aguador